La prensa alicantina informó a partir de febrero de la revolución que se había producido en Rusia, que provocó la abdicación del zar. Pero, como no podía ser de otra manera, fue la guerra mundial, ya en su tercer año, la noticia internacional que fue seguida a diario y con mayor detenimiento. Algunos periódicos, como Diario de Alicante y El Luchador, publicaban todos los días alguna foto relacionada con el conflicto bélico.

La prensa, como los alicantinos, estaba dividida entre germanófilos y aliadófilos, si bien eran mayoritarios los simpatizantes de Francia e Inglaterra. En la noche del 25 de enero, por ejemplo, se celebró en el hotel Simón un banquete en homenaje a tres soldados franceses que se hallaban de permiso y cuyas familias residían en la ciudad: Jorge Gilles, Enrique Meziat y Germán Chonut. Con frecuencia llegaban noticias de barcos mercantes con bandera inglesa o francesa, pero también neutrales (españoles inclusive) que eran atacados cerca de la costa por submarinos alemanes.

El 13 de junio, Diario de Alicante notició la reciente visita a la ciudad de un individuo que se sospechaba era espía alemán. Había quienes decían que era bilbaíno, pero eso no mermó la sospecha de su secreta misión, ya que se le vio siempre acompañado por dos alemanes que vivían en el paseo Méndez Núñez. En cualquier caso, la misión tampoco parecía muy secreta, puesto que se le veía a la luz del día fotografiar desde los muelles algunos barcos que le señalaban sus acompañantes. Como el vapor noruego «Vav», que osaba venir desde Inglaterra cargado de carbón, ir luego a Cartagena para cargar mineral y marchar de vuelta a Inglaterra, sin la bandera noruega pintada en sus bandas, sino con el color plomo de los barcos ingleses. Todo un desafío para las naves de guerra alemanas. A las siete de la tarde del día 12 zarpó del puerto alicantino y, según el periódico, media hora después llegó desde Torrevieja la noticia telegráfica de que se había visto venir desde el cabo de Palos, en dirección a Santa Pola, un submarino alemán. ¿Coincidencia?

Ese mismo día 12, a las cuatro de la madrugada, un submarino alemán hundió al vapor yanqui Miremy a 17 millas de Tabarca, después de un combate presenciado por el mercante español Valbanera, que duró dos horas y en el que se cruzaron 150 disparos. Estados Unidos había declarado la guerra a Alemania el 4 de abril. El Valbanera recogió a 43 tripulantes norteamericanos, que llevó al puerto barcelonés.

Ocho días más tarde, el 20 de junio, el laúd Teresina, con matrícula de Santa Pola y propiedad de Vicente Salinas, fue atacado por otro submarino alemán cuando venía hacia el puerto alicantino desde Orán, cargado de esparto. Los alemanes obligaron a los marineros españoles a embarcarse en un bote y hundieron el Teresina con dos bombas que colocaron a bordo. Los tripulantes españoles llegaron a Alicante en otro laúd del mismo propietario que los recogió unas horas después del ataque.

El 17 de diciembre, Diario de Alicante publicó la relación de los 52 barcos con bandera española que habían sido hundidos por los alemanes desde el inicio de la guerra. El primero fue el 7-8-1915, y el último el 9-12-1917. Solo en este año habían sido hundidos 32. Al día siguiente este mismo periódico notició el hundimiento de otro barco español. En total, eran 49 los marineros españoles que habían perecido en estos ataques.

Alicante sufrió graves consecuencias derivadas de la guerra. Una de ellas fue la supresión de los populares trenes botijos. Pero la más importante, sin duda, fue la falta de subsistencias y la carestía de la vida.

En un informe que el 2 de enero remitió el Gobierno Civil a la Cámara de Comercio, se explicaba que el encarecimiento del pescado fresco se debía a la conservación en hielo o nieve y a su exportación a mercados del interior. El abastecimiento al mercado de pescado así conservado durante tres o más días, obligaba a consumirlo «en dudosas condiciones de bondad (?). No se concibe que en una localidad del litoral se cotice el pescado a límite tan elevado como el de cualquier otro mercado del interior». En cuanto al bacalao, el fuerte incremento de su precio se debía a las dificultades que había para su importación. Sobre los huevos: «Es inexplicable que no habiendo aumentado el precio de las aves de corral, ni el de su mantenimiento, se venda la docena a tres pesetas la clase primera y a 2'50 los de menor tamaño, a pesar de haberse prohibido la exportación. En otras poblaciones se ha establecido por las Juntas provinciales las tasas de 1'30 y 1'50 pesetas docena». El alza del precio de la leche, «convirtiendo en artículo de lujo lo que es necesario alimento de la generalidad», se debía a «la salida del ganado para el extranjero tan tardíamente prohibida» y a la prohibición, por razones de higiene, del paso de rebaños de cabras por la ciudad, obligando a la instalación de depósitos especiales. El pan mantenía el precio establecido por la Junta Central de Subsistencias, pero con frecuencia se vendía fraudulentamente con un peso menor. Y en cuanto al coste de las carnes frescas, decía el informe que «ha aumentado en general 0'40 por kilogramo debido a la continua salida de reses para el extranjero y que aún hoy, que se halla prohibida, acaso se realiza clandestinamente».

Un ejemplo de fraude en el peso del pan lo encontramos en una noticia publicada el 16 de enero: el mayordomo del vapor Francoli compró en el mercado 30 kilos, que llevó al Repeso, donde se comprobó que faltaban 120 gramos de pan blanco y 180 gramos de pan francés. El teniente de alcalde multó con 25 pesetas al fabricante, Lucio Cerdá, y a la vendedora Asunción Galvañ le ordenó cerrar el puesto durante unos días.

Otro artículo básico de consumo era el carbón, cuyo precio subió de 1'90 pesetas la arroba a 3 pesetas, en cuanto el director de la fábrica de gas anunció que no habría suministro a partir del 13 de septiembre, precisamente por falta de carbón. Al final, la ciudad estuvo solo dos días sin el gas que proporcionaba, entre otras cosas, parte del alumbrado público.

Un artículo publicado en El Luchador del 10 de septiembre calculaba el presupuesto «modestísimo» mensual de una familia alicantina formada por un matrimonio y su criada: 25 pesetas de alquiler, 9 para desayuno, 43'50 para comida, 27 para cena, 3'50 para diversión (ir al teatro o al cine una vez a la semana, en entrada general), 6 para alumbrado y agua, 7 para la criada, 3 para el lavado de ropa, 7 para reposición de artículos básicos (platos, toallas, sábanas, etc.), 15 para la compra de alguna prenda de vestir, 17 para tabaco o barbería o perfumes, 5 para alguna cofradía o sociedad (y limosnas y propinas), 2'50 para impuestos y multas por tender ropa en el balcón. Total: 170 pesetas mensuales, sin contar gastos por hijos o enfermedades.

Desgraciadamente, no eran pocas las familias alicantinas que ingresaban mucho menos de esas 170 pesetas mensuales. Algunas personas, incluso, fallecían a causa del hambre: «Este mediodía ha sido hallado muerto en una de las cuevas de la Montañeta un anciano desconocido. Parece que el fallecimiento ha sido producido por hambre o frío? o por ambas cosas juntas» (Diario de Alicante, 11-12-1917).

Esta situación de precariedad extrema contrastaba con la tranquilidad económica, incluso la opulencia, en la que vivían algunas familias alicantinas, cuyos ingresos se habían incrementado desde el inicio de la guerra debido a los importantes y beneficiosos negocios de exportación que habían surgido al amparo precisamente de dicho conflicto. Así se comprende que aparecieran en la prensa anuncios sobre venta de ostras frescas.

A partir del 22 de noviembre, El Luchador publicó diariamente una información con el título «Datos que ilustran», en la que se exponía el presupuesto de la Casa Real para este año: 7 millones de pesetas para el rey, 450.000 para la reina, 500.000 para el príncipe de Asturias, 250.000 para la reina madre, 250.000 para la infanta María Eulalia, y 150.000 para cada uno de los otros cuatro infantes. Total: 9.050.000 pesetas.

Una curiosidad espeluznante: el 6 de agosto Diario de Alicante se hacía eco de «las aplicaciones del radio en Agricultura». Gracias al Instituto de Radioactividad de Madrid se había «generalizado en nuestro país los abonos radioactivos», y el director del Laboratorio Químico de Villacarriedo había publicado en el número 187 de la revista científica Ibérica un artículo sobre «la influencia que ejercen las sustancias radiactivas en la germinación y desarrollo de las plantas, poder de los abonos, etc.».

www.gerardomunoz.com

También puedes seguirme en

www.curiosidario.es