«Un amigo, un compañero para toda la vida, que te cuida, te mima y con el que me siento más segura». Así define María, que sufre epilepsia, a Jeiko, su perro de doce meses. Ambos forman parte del proyecto «Perros de alerta médica: detección de crisis de epilepsia», liderado por la Universidad de Alicante (UA). En esta iniciativa participan además otras cinco familias, cuyos animales se encuentran en fase de adiestramiento, y otras dos, que cuentan con perros certificados.

Los entrenamientos, como el que tuvo lugar ayer, se llevan a cabo cada semana en las instalaciones de ACEA Adiestradores, especializados en la instrucción de perros para terapias, epilepsia y perros «antiescapes». «El perro hace un trabajo excepcional, es un apoyo vital para la persona que sufre esta enfermedad pero también para todo su entorno familiar», asegura la directora del proyecto, Mª Carmen Carretón, del departamento de Comunicación y Psicología Social de la UA.

A lo largo del día y dependiendo de la gravedad de la patología, los enfermos pueden sufrir diversas crisis, sin previo aviso, lo que genera, tal como subraya Carretón, una gran sensación de estrés y ansiedad en la familia. El entrenamiento de los perros les permite detectar estos episodios de crisis con una antelación de entre siete y treinta minutos, según los resultados del proyecto.

«Muchas veces no puedes hacer algo tan sencillo como darte una ducha porque no sabes en qué momento se puede desencadenar una crisis, parece una tontería pero es el día a día de muchas familias que, además, no reciben ninguna ayuda», recuerda la directora del proyecto.

El perro se convierte así en un miembro más de la familia, que aumenta enormemente la calidad de vida de sus dueños. «Al principio es como tener otro bebé, necesitan muchos cuidados, tienes que invertir mucho esfuerzo y energía pero vale mil veces la pena», detalla Fabienne Dusart, madre de Tom de diez años que padece epilepsia. «No creía que podía ser tan bonito, Goya nos ha dado, a mi particularmente, muchísima alegría, Tom aprende con ella y me siento mucho mejor desde que la tenemos», relata Fabienne, dueña de uno de los dos perros que cuentan ya con certificación de adiestramiento.

Las familias señalan el carácter «invisible» de esta enfermedad, que aparece «de repente» y para la que casi no existen ayudas. Sólo en la provincia de Alicante están diagnosticados más de 20.000 pacientes, de los que alrededor del 80% son niños.

«Todas las madres que conozco cuyos hijos sufren esta epilepsia dejan automáticamente de trabajar», afirma Carretón, quien apunta que «entre el 30 y el 40% de los casos de epilepsia no están controlados, las familias sufren un gran nivel de ansiedad al no saber cuándo va a ocurrir y cuadros de depresión al no poder controlar la situación. En este sentido los perros son fundamentales, mejoran en gran medida la calidad de vida».

Felicidad

Sául, de ocho años, en palabras de su madre Lidia Corral, es «el niño más feliz del mundo» desde que Ossi apareció en sus vidas. «Conductualmente ha mejorado muchísimo, es un esfuerzo pero lo hago encantada con tal de verle feliz», asegura. Al igual que otros de los perros que participan en el proyecto, Ossi percibe el momento en que Saúl sufrirá una crisis a través de conductas como mordisquear las manos o romper objetos. «Aún no sabe bien como transmitirlo, pero se pone muy nervioso y eso nos indica que se puede producir una crisis», manifesta Lidia, que es también delegada en Alicante de «Dravet Syndrome Foundation», fundación formada por familias que sufren el Síndrome de Dravet, una de las variantes más severas de la epilepsia.

Las familias se desplazan desde Madrid, Valencia o incluso desde Francia para participar en el proyecto. Es el caso de la familia de Álvaro, residentes en la capital de España y que ayer asistieron al entrenamiento en Alicante. «Balto (así se llama su perro) nos trae la manta llorando o nos roba objetos como el cinturón de la gabardina y ya lo identificamos como un aviso ante una crisis de Álvaro», explica su madre, Renata.

El proyecto de la UA pretende que los canes logren la certificación, que otorga la Generalitat, y que puedan entrar a la sala de monitorización de los hospitales. En esta fase de hospitalización es donde se ha podido aplicar el método del proyecto y demostrar la detección del perro antes de que comience la crisis.