Lleva cinco años vistiéndose de alicantina y hace dos quemó la hoguera que planta la residencia de ancianos Virgen del Remedio, perteneciente al Obispado, junto al prelado, Jesús Murgui. Sólo le quedaba ser belleza y lo acaba de conseguir, justo tras convertirse en centenaria. La pasada fue una semana repleta de emociones para Asunción Gil García (Castelló de Rugat, Valencia, 17 de mayo de 1917), puesto que el día de su 100 cumpleaños se juntaron en la residencia con una «megatarta» sus dos hijos, tres nietos, tres bisnietos y hasta primos del pueblo a los que casi ni conocía, y el fin de semana fue proclamada belleza junto a sus damas Josefa Tarí y Filomena Rodríguez, compañeras de residencia. Tanta celebración le hizo olvidar a esta mujer menuda sus achaques de corazón, que no le borran la sonrisa.

«Me encantan las Hogueras. Son unas fiestas muy bonitas, y las hacen muy bien. Alicante parece otra ciudad cuando está en fiestas, cambia todo», asegura Asunción, que sobre todo disfruta con los «cohetes». Porque durante la plantà el personal de la residencia lleva a las personas mayores a ver los monumentos y el ambiente, y festeros de distritos vecinos como Don Bosco, Santo Domingo, San Blas o La Torreta acuden a la Cremà del monumento que hace la residencia. Varias chicas de esta última hoguera se encargaron de peinar y colocar la mantilla de novia alicantina a la belleza centenaria para su proclamación.

Asunción Gil conoció las Hogueras hace cinco años cuando entró en la residencia procedente de Novelda, donde ha vivido buena parte de su vida. Allí su marido montó una barbería con los ahorros de sus tiempos de emigrantes en Francia, que les permitieron alquilar otro local en el edificio donde vivían como mercería.

A su marido le conoció en Argelia, donde se fue a trabajar con su madre con sólo 18 años para poder pagar la fábrica de ladrillos y tejas que su padre le compró a su tío. «La gente se iba entonces allí, mi madre limpiaba y yo cocinaba. Allí me casé a los 22 y me quedé cuando ella regresó para cuidar a mis cinco hermanos». Todo lo recuerda con gran lucidez esta mujer de intensa vida, que retornó al sentir que peligraba.

«En Argelia había muchos extranjeros y alguna gente de allí ponía bombas, quería que nos fuéramos. Robaban niños. Un día estalló todo, los cristales, y mis padres dijeron que no se podía estar». Regresó con su marido y ya con sus dos hijos a España, «con una maleta y el dinero ahorrado dentro de la cabeza de un muñeco grande de los niños. Nos afincamos en casa de mi madre».

Más tarde una amiga de Novelda les proporcionó una habitación durante un tiempo. Luego la familia se fue a París, donde vivieron diez años, ella trabajando de cocinera. Con los niños aún en el colegio regresaron a Novelda, donde ya hizo la mayor parte de su vida, y donde hace unos años enviudó. Allí fue presidenta del Hogar del Pensionista.

«He vivido muchas cosas, unas buenas y otras malas. Siempre me ha gustado bailar». Disfruta con la alegría, con las Hogueras y disfrazándose en Carnavales.

Con cien años de vida, y a pesar de haber pasado dos guerras, la maldad que aprecia hoy en día le sorprende y le preocupa. «Está todo muy revolucionado y tengo miedo. He pasado dos guerras y sé de lo que va. Temo por mis nietos, bisnietos y por la juventud. Qué porvenir tendrán. Vamos a ver si arreglan las cosas un poco».

Asunción cuenta los días que quedan para ver plantar y quemar la hoguera de su centro y disfrutar como protagonista de la Fiesta junto a sus damas, que recibieron sus bandas tras la actuación llevada a cabo por un grupo de niños de la hoguera de La Torreta en un acto al que también asistieron varias comisiones vecinas.