«Sólo con mirar a los toboganes, que son de acero, te arde la vista y los niños se queman las piernas al bajar». Tomás Huertas, que lleva a su nieta por las mañanas a los juegos infantiles del paseo de Joan Fuster, es uno de los vecinos que ha empezado a bajar al parque con sombrillas y paraguas para refugiar a bebés y niños de corta edad de los rayos del sol que ya aprietan por la mañana. Y es que el calor está provocando que los juegos, que son de madera y metal, quemen por falta de sombra.

Son cerca de una decena los padres y abuelos de San Gabriel y Gran Vía Sur que un par de veces a la semana se presentan en el parque con los parasoles. «Aunque ya hace calor, hasta Hogueras no abren las piscinas y no les podemos llevar. Tampoco puedes tener a los críos todo el rato debajo de los árboles porque quieren jugar. Cada mañana se juntan aquí ocho o diez niños de menos de tres años y por la tarde esto está lleno». También se unen pequeños que salen de la guardería próxima y que se quedan un rato en el parque. Al menos así ha sido durante toda la primavera hasta que ha empezado a apretar el sol haciendo imposible permanecer mucho rato en los juegos porque arden. Las madres con bebés se llevan paraguas, más manejables, para refugiarles del sol.

Los vecinos han pedido al Ayuntamiento la instalación de toldos, pérgolas o lonas como afirman que ya existen en parques de Elche, por ejemplo, así como el retranqueo de los bancos, que quedan muy separados del arbolado y tienen poca sombra. Esto provoca que las familias tengan que estar de pie debajo de los árboles o sentadas en el bordillo de los parterres ajardinados, con los bancos más cercanos a la zona de juegos infantiles donde están sus hijos y nietos vacíos y al sol.

«Bajamos los días de calor con sombrillas para estar más frescos. Los juegos queman y los vecinos están indignados. Cuando pasa de 24 grados es insoportable. Antes de las doce del mediodía ya no se puede estar. Es barato de solucionar, independientemente de que no hay agua en las fuentes y de que algunos bancos están rotos y sucios», denuncia Ramón Ruiloba, que lleva más de un año reclamando al alcalde sombra para los juegos infantiles del parque de Joan Fuster. «Los vecinos bajamos los paraguas, las sombrillas y lo que tengamos en casa para que los niños puedan disfrutar en el parque», dice.

«Ahora mismo los niños no pueden bajar por el tobogán porque quema. Los juegos son metálicos o de madera y dentro de poco no se podrán usar», apunta un padre, Sergio Navarro, que empieza a optar por quedarse en la urbanización y no sacar tanto a su niño al parque.

En la misma línea, Pilar Gracia, que baja con su nieta, indica que «otros días esto está lleno de niños corriendo y jugando pero ya no hay quien esté». «Somos una ciudad mediterránea con mucho sol pero hay medios, como lonas que se puedan retirar en invierno o pérgolas. La gente empieza a marcharse o directamente no baja, y esto se queda muy muerto», denuncian los vecinos. Este diario intentó sin éxito recabar la postura del Ayuntamiento.