El grito desesperado de Beatriz Asenjo Cadalso, a quien esta mañana desalojan de su casa, desgarra por los cuatro costados. Cargada de impotencia, dolor y rabia, su voz denuncia una situación insostenible: «Me desahucian por una demanda presentada por mi exmarido como venganza, por haberle denunciado yo hace ya cuatro años y medio por malos tratos».

Aquella denuncia que hizo contra el que por entonces era su marido no prosperó por falta de pruebas. «Fue absuelto a pesar de que mis hijos fueron testigos algunas veces de las agresiones; no obstante, por miedo a que tomara represalias contra ellos, no quise que testificaran», asegura.

El imperioso deseo de Beatriz es que el juzgado de Instrucción número 10 de Alicante suspenda o paralice el desahucio que tiene previsto para las 10:20 horas de hoy. O bien le dé más tiempo hasta la resolución de la liquidación de bienes gananciales. «O eso o mis tres hijos y yo nos quedamos en plena calle», lamenta.

La situación con su exmarido era ya alarmante, cuando en 2011 decidió por cuenta propia adelantar los papeles del divorcio. «Fui al Centro de Mujeres de Benalúa para que me asesoraran, pero un día él encontró los papeles y montó en cólera, me amenazó y le puse una denuncia, pero todo siguió igual», comenta Beatriz. A finales de 2012 logró divorciarse de él, que pidió la custodia compartida, la cual le fue denegada. «La custodia me la dieron a mí, ya que mis hijos manifestaron en el juzgado que no querían vivir con él. Quería hacer ver que yo era la mala», afirma ella.

Desahucio

Beatriz asegura que recibe insultos, amenazas por mensajes de texto y un nefasto deseo: «Te quiero ver en la calle sin nada». Sus hijos no han sido ajenos a la disputa y uno de ellos repitió curso durante el divorcio, hoy Beatriz no quiere que pase de nuevo: «Nos vamos a quedar en la calle justo en la época de exámenes finales». Beatriz se aferra al uso del domicilio hasta que sus hijos sean independientes, pero «por desconocimiento se me pasó el plazo (cuatro años tras el divorcio)».

Hoy defiende su hogar y su dignidad: «Igual acabo en la cárcel o en la calle, no me importa nada».