Simón de Ampurias se convirtió de repente en uno de los hombres más ricos y poderosos de Alicante. Su padre fue un hijo ilegítimo del conde Ponce IV de Ampurias, a quien se le permitió usar este apellido, pero sin contar con ningún derecho de sucesión. El apellido lo heredaron sus hijos Berenguer y Simón.

Berenguer de Ampurias fijó su residencia como mercader en la villa de Alicante en la década de 1320. Fue uno de los dos jurados (el otro era Bonafont de Vallebrera) que en 1336 promovieron la sustitución de una de las viejas puertas que había en la muralla de la villa por otra conocida como Puerta Nueva.

Simón tardó unos años más en venir a Alicante. Hasta 1325 estuvo al servicio de su primo Hugo de Cardona, quien había heredado tres años antes el condado de Ampurias, al fallecer el conde Ponce VI sin descendientes varones. En aquel año de 1325, Hugo permutó con el infante Pedro el condado de Ampurias por el castillo de Aixa y su jurisdicción, que abarcaba el castillo de Pego, la villa de Jalón y el valle de Laguar. Hugo quiso que Simón se hiciera cargo de la administración de la que sería su nueva baronía, pero éste prefirió quedarse en Barcelona con el infante Pedro, con quien congenió enseguida.

El infante Pedro de Aragón y Anjou, conde de Ribagorza y, desde 1325, conde de Ampurias, era el hijo menor de Jaime II de Aragón y, por tanto, hermano del rey Alfonso IV. Tras la muerte de éste en 1336, la corona aragonesa pasó a manos de su hijo Pedro IV. Desde 1368, el canciller y principal consejero del monarca fue su tío Pedro, conde de Ribagorza y de Ampurias, que había sido su tutor.

Simón aprovechó su amistad con el ahora todavía más poderoso e influyente infante Pedro de Aragón y Anjou, para acercarse al trono, siendo nombrado unos años más tarde camarlengo del rey.

En 1360, tras enviudar, el infante Pedro se apartó voluntariamente de la corte. Dejó de ser el consejero de su sobrino e ingresó en el convento de San Francisco de Valencia. Pero la renuncia del protector de Simón no perjudicó el estatus de éste, pues para entonces, además de ayuda de cámara real, se había convertido en uno de los más íntimos confidentes del monarca.

Simón acompañó a Pedro IV de Aragón en sus numerosos viajes y estuvo siempre a su lado durante la contienda que libró contra el rey Pedro I de Castilla, que sería posteriormente conocida como «la guerra de los dos Pedros» (1366-1368).

Finalizada la guerra, Simón le expuso a su rey y amigo el deseo que compartía con su esposa, natural de Alicante, de establecerse en esta villa, donde también residía desde hacía años su hermano Berenguer. El monarca se mostró remiso a concederle tal deseo a su camarlengo y durante todo el año 1369 trató de disuadirle, advirtiéndole de la precaria situación en que se hallaba la villa de Alicante, ubicada en la zona más meridional y vulnerable de su reino; una villa que había quedado casi despoblada a causa de la guerra y cuyo castillo contaba con una habitabilidad tan deficiente que ningún alcaide se quedaba a vivir en él. Simón reconocía que Alicante era una de las villas que más había sufrido durante la guerra, y que se hallaba en un territorio fronterizo y peligroso, lo que obligaba a que nadie se moviese con libertad por aquellas tierras sin contar con un salvoconducto real. Pero Simón también sabía por su hermano que Alicante estaba empezando a repoblarse, que la recuperación comercial era patente, y que la renuencia de los alcaides a residir en la fortaleza se debía más al salario insuficiente y con retraso que les pagaba el baile, que a la precariedad en las instalaciones, según le había confiado a Berenguer el alcaide Juan Mercer.

Resignado, el rey accedió por fin al deseo de su camarlengo y confidente, autorizándole a que se mudase con su familia a Alicante. Además, como compensación por su lealtad y buenos servicios, le donó todas las propiedades que había confiscado a Juan Grau. No obstante, oficialmente siguió siendo ayuda de cámara del rey.

Acabada la guerra de los dos Pedros, los caballeros del Reino de Valencia que habían apoyado la causa castellana estaban muertos, fueron apresados o huyeron. Sus bienes fueron confiscados por Pedro IV, quien los repartió entre sus fieles. Uno de estos aliados de Castilla era el noble y generoso Juan Grau, habitante de Murcia pero con abundantes bienes en la villa y huerta de Alicante. Todos ellos fueron entregados a Simón de Ampurias. La donación perpetua fue firmada el 14 de febrero de 1370 en la localidad de San Mateo, capital del Maestrazgo, cuyo pergamino fue enviado sin demora a Nicolás de Proxida, gobernador de Orihuela y baile general del reino valenciano.

A partir de entonces, todas las casas, alquerías, tierras y posesiones que había tenido Juan Grau en Alicante pasaron a ser propiedad de Simón, muchas de las cuales arrendó. También le fueron entregados seis hilos de agua de la acequia de la huerta alicantina, con los que podría regar buena parte de sus terrenos de cultivo, donde crecían principalmente almendros, higueras, olivos y viñas.

Las alquerías y tierras de cultivo que fueron donadas al camarlengo real se hallaban en los alrededores de la villa, en lugares como Beniali, Alfadrami, San Juan, Aguas, Fenollar, Alfach... Intramuros de Alicante le fueron entregadas dos casas. Como residencia, Simón y su esposa eligieron la más grande, situada en la calle Mayor, cerca de la iglesia de San Nicolás y de la puerta por la que se salía a la playa y fondeadero de Baver.

Para resolver algunas dudas que tenía Nicolás de Proxida, Pedro IV refrendó la donación que hizo a Simón de Ampurias el 6 de marzo de aquel mismo año; y el 8 de septiembre del siguiente (1371), volvió el rey a confirmar que su «fiel camarlengo» era propietario de seis hilos de agua en la huerta de Alicante, con los que podía regar sus posesiones sin «límite en los tiempos ni señalar día para regar sino siempre que quiera».

Esta última confirmación la dirigió el monarca al baile Juan Olit, a quien previamente, en febrero de 1370, había reprendido por reedificar la muralla de Alicante sin contar con los fondos económicos necesarios.

A causa de la guerra contra Castilla, la muralla alicantina precisaba numerosas y urgentes reparaciones, pero el Consejo local carecía de dinero para ello. Una de las principales fuentes de ingresos en las arcas municipales había sido el cobro de impuestos por la tahurería, pero ésta había sido cerrada en 1356 por orden real. Varios regidores alicantinos, entre los que se encontraba su hermano, pidieron a Simón que intercediera ante el monarca para conseguir que fuese reabierta la tahurería, y así poder obtener dinero suficiente para las obras públicas. Simón lo intentó, pero no lo consiguió. Sí que consiguió, en cambio, influir en el rey para que se acelerara la conclusión de las obras que llevaban años haciéndose para levantar la Lonja de Contratación, situada muy cerca de su residencia, con fachadas a la calle Mayor y la plaza de la Fruta.

Y también logró que el rey accediera a otra de las peticiones que los mercaderes alicantinos llevaban tiempo solicitando: la apertura para el tránsito comercial de los seis portales que había en el paño de la muralla que daba al mar, pues el baile general solo autorizaba la entrada y salida de mercancías por uno de ellos. Simón acompañó a los regidores alicantinos que se desplazaron a Barcelona para presentar aquella petición ante el rey, y éste ordenó el 7 de septiembre de 1372 por escrito al baile general que se respetase el deseo de los mercaderes de Alicante. Si bien la alegría de éstos duró poco, ya que tres meses después el baile volvió a ordenar que las mercancías solo entrasen y saliesen de la villa alicantina por un solo portal, para así poder controlar mejor su fiscalización.

Simón realizó estas gestiones ante el rey por interés propio, pues él era también uno de los principales comerciantes alicantinos. De ahí que en 1374 interviniese ante el infante Juan para que firmase la licencia necesaria que permitiría a los mercaderes alicantinos vender sus higos por todos los territorios de la Corona, para evitar que se perdieran, dada la excepcional cosecha que se había obtenido ese año.

Aquélla fue la última gestión que realizó Simón como camarlengo real en beneficio propio y de la villa alicantina. Falleció en Valencia en 1375.

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