Los paraísos existen. Están allí donde cada uno quiere construirse el suyo propio. Y en la playa «un espíritu libre» conocido de quienes frecuentan el entorno de la conocida como Cala Cantalar, y al que llaman el «náufrago» o el «ermitaño» ha construido un santuario.

El lugar es el paso diario de muchas personas que buscan calas escondidas, quienes quieren bañarse desnudos sin miedo a que les juzguen o a molestar a nadie, y el mejor sitio para sentirse solo ante el universo. También es frecuentado por pescadores y jóvenes que se dan cita a la luz del atardecer. Y personas que pasean a sus perros porque la zona es muy permisiva y nadie mira mal a quienes llevan a sus mascotas sueltas junto al mar.

En este entorno idílico con vistas a Alicante y al lejano Castillo de Santa Bárbara, entre la Cala Cantalar y la Cala Palmera, aparece en mitad de la nada un espacio en el que hay piedras talladas colocadas sobre un promontorio en forma de deidad. Otras están horadadas y colgadas con cuerdas en el propio montículo.

El paisaje podría estar sacado de uno de los capítulos de la serie «Perdidos», en la que un grupo de personas tiene que sobrevivir en una isla. Esta imagen la rompe el hecho de que la civilización está presente porque en el entorno hay casas en las que algunos privilegiados tienen una primera línea con vistas al mar.

Quienes frecuentan la zona respetan el santuario y no sólo no alteran las piedras, palos y plantas colocadas con un sentido que solo su autor conoce, sino que muchos acaban fotografiándose con el montaje que aparece como un altar en mitad de la cala.

Grupos de meditación acuden también a este entorno perdido en la Playa de San Juan para practicar ejercicios de relajación y de comunión con la naturaleza. Personas que practican reiki son usuarios habituales del entorno al considerarlo como una «puerta de energía». Consideran que es un punto en el que encontrar el equilibrio entre el cuerpo y la mente.

Cualquier santuario que se precie cuenta con flores y en este caso quien mantiene el complejo ritual de la cala ha dejado una botella de plástico que utiliza como jarrón en cuyo interior se mantienen frescos capullos de flor. Y a escasos metros de este místico espacio también se ha construido una especie de jardín.

Una moda extendida

La colocación de piedras en calas y playas es una práctica cada vez más habitual y que se desarrolla desde hace al menos dos años. Los expertos no están a favor de estas construcciones porque consideran que, además de modificar el paisaje, no es recomendable porque llegan a alterar el ecosistema.

Es en las playas de Baleares donde estas piedras suponen ya un verdadero problema porque se ha extendido la práctica de dejar huella construyendo estos montículo y fotografiándose con ellos. Las autoridades quieren dar solución eliminando las torres pétreas y colocándolas en su sitio.

Por el momento, es en esta cala alicantina donde la práctica es más evidente. Y no parece molestar a los vecinos del entorno. Que hablan, como si fuera una leyenda, del hombre que construyó el santuario entre la Cala Palmera y Cala Cantalar.