La provincia ha registrado en los últimos meses las lluvias más intensas de toda la península ibérica en relación a la precipitación media que se suele producir en cada territorio, en el que ha sido el invierno más húmedo de los últimos 28 años. Así lo señalan los distintos datos aportados por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante (UA) y los observatorios de la Associació Valenciana de Meteorología (Avamet). Según estos últimos, en lo que va de año ha llovido en las comarcas alicantinas hasta ocho veces más que entre enero y abril de 2016.

Un ejemplo muy ilustrativo de esto es Altea, donde en los cuatro primeros meses del año -casi exclusivamente en enero y marzo, en realidad- se han recogido 435 litros por metro cuadrado, frente a 54,6 del año pasado. Mientras, en Benissili (Marina Alta) se han acumulado 727 frente a 176,2; en l'Orxa (el Comtat), 567,2 por los 145,8 de 2016; y en la partida de Atzavares, en Elche, se ha pasado de 40,8 litros a 112. En el conjunto del sureste peninsular ha llovido cuatro veces más que el promedio normal de las últimas décadas, un índice que sólo se rebasa en un rincón montañoso entre las provincias de Granada y Almería.

El director del Laboratorio de Climatología de la UA, Jorge Olcina, señala que no es la primera vez que se da esta situación pero sí es excepcional, ya que no se producía desde el invierno de 1989, hace 28 años. Siempre se produce, añade, «tras un episodio muy intenso de El Niño», que hace que se repitan más fenómenos de «gota fría». Además, a las lluvias suelen suceder periodos secos, «lo normal en la circulación de las denominadas "corrientes en chorro" de la capas altas de la troposfera», lo que explica que en febrero y abril apenas haya llovido frente a lo ocurrido en sus respectivos meses anteriores.

La abundancia de la lluvia caída en los últimos meses -a los temporales de enero y marzo de 2017 se añaden los de diciembre de 2016- hace que la amenaza de sequía en la provincia hoy por hoy haya desaparecido, pero Olcina insiste en que «no hay que bajar la guardia» y hacer un uso responsable del agua porque tan pronto puede haber otro temporal como iniciarse otro periodo seco. De hecho, recuerda que una situación así se dio justo después del lluvioso año 1989. Además, recalca que se ha observado que se ha perdido la «regularidad» en el clima, en el sentido de que en los últimos años se vienen dando más «gotas frías» en invierno, un fenómeno que antes era casi exclusivo del otoño y de los últimos días de verano.