Los deberes los hacen en el aula, lo primero del día, y las lecciones las ven en casa, comprimidas en vídeos de cinco a seis minutos de duración para mantener la atención del alumno. Son las clases al revés que imparte el profesor Aarón Asencio en el colegio concertado San José de Cluny de Novelda, con cuya prática ha obtenido el primer premio del III Congreso Europeo a la mejor experiencia «flipped classroom» en Primaria.

«Quizá han valorado que el modelo mejora tanto el rendimiento académico como personal de los alumnos, y que el grado de satisfacción de las familias es máximo porque los que iban bien con las tradicionales clases magistrales siguen yendo bien, y los que tenían un rendimiento más bajo sacan más nota y a nivel personal no se crean tantos problemas», explica el propio maestro.

Ni fracaso ni peleas

Con su método educativo, Aarón Asencio resuelve a un tiempo el fracaso académico y la violencia escolar. «Me limito a reordenar la clase, con los mismos contenidos pero de distinta forma», añade.

Todo empezó hace tres cursos escolares. Aarón no estaba contento con sus clases: «Hablaba entre 35 y 40 minutos explicando contenidos ante alumnos completamente pasivos que se aburrían. Necesitaba otros 10 minutos para llamarles la atención y evitar conflictos. Quería hacer lo que me gustaba de verdad y empecé a bucear en las redes sobre el aprendizaje cooperativo que ya utilizan otros compañeros con las mismas inquietudes».

Una cosa le llevó a otra y conoció el método flipped classroom exportado de Estados Unidos. «Pensé por qué no hacer videos de pocos minutos para explicar contenidos, en lugar de hacerlo ante la pizarra, y que los alumnos los vieran en casa y apuntaran las dudas y preguntas. Son los únicos deberes que tienen que hacer».

Como trabajan a través de una web donde se cuelgan los vídeos con la lección que toca, los propios alumnos incluyen sus preguntas conforme los visionan y el maestro, cuando llega a clase al día siguiente, se ocupa de resolverlas y compartirlas con todos. «Es lo primero que hacemos».

A continuación ponen en práctica esos conocimientos teóricos adquiridos a través del video y de las aclaraciones del maestro realizando «diversas actividades dinámicas».

Cálculo con el papel higiénico

Para aprender, por ejemplo, el mínimo común múltiple, echan mano del papel higiénico y hacen carreras. Unos alumnos cogen tiras de dos rectángulos y otros de tres. Los primeros suman otros dos rectángulos y los segundos otros tres. Cuando las tiras de papel se igualan han obtenido el número que buscaban, el 6.

También se introducen juegos didácticos de móvil con una serie de normas para conseguir puntos y la recompensa consiste en poder ir al cuarto de baño ese día cuando el alumno quiera, o bien elegir dos canciones para escuchar.

«La innovación puede producir cierto miedo, pero en cuanto se ve que funciona, y que además consigue premios europeos, tiene un aval seguro».

Aarón está convencido de que el resto del centro, un pequeño colegio de apenas 250 alumnos, con una sola aula por curso hasta sexto de Primaria, acabará introduciendo su método porque el tiempo en clase «se aprovecha mucho más», afirma.