Ni la lluvia ni el desapacible frío impidieron ayer que miles de jóvenes se dieran cita en la playa de San Juan para cumplir con su particular tradición, la de acabar la romería con un multitudinario botellón.

De nuevo se repitieron las imágenes de chicos y chicas, claramente menores de edad, consumiendo alcohol delante de unos agentes de policía que sólo se limitaban a vigilar que la situación no se descontrolara. «Es el Ayuntamiento el que tiene que poner límite a esto, nosotros no podemos hacer nada más», señalaba un agente visiblemente enfadado con la situación.

La lluvia que caía con cierta intensidad a las 10.30 hizo que a esa hora la playa, otros años atestada ya de gente, estuviera totalmente vacía y los pocos jóvenes que estaban por la zona se resguardaran en los restaurantes de comida rápida.

El espejismo no duró mucho. Una hora más tarde dejaba de llover y la tregua fue el pistoletazo de salida para que comenzaran a llegar en masa grupos de amigos empujando carros de supermercado repletos de comida y sobre todo bebida. Hacia mediodía la imagen era la habitual de todas las romerías. Miles de jóvenes consumiendo alcohol, solo que esta vez en lugar de en la arena, en el paseo, lo que ocasionó no pocas dificultades. A los peatones les costaba abrirse paso entre el tumulto de chicos y carros y los vehículos que trataban de acceder a las urbanizaciones de la avenida lo hacían con mucha precaución de no pisar pies y atosigados por jóvenes que a veces trataban de abrirles las puertas traseras.

Y en torno a las 12.30 horas llegaron las primeras intoxicaciones etílicas, un poco más tarde que otros años debido a que el calor era menos intenso. En las carpas de la Asociación Nuevo Día, vinculada a la iglesia Cristo Vive, un grupo de voluntarios atendieron por tercer año consecutivo a los chicos y chicas que se habían pasado de copas. «Cada año atendemos a unos 60 ó 70 jóvenes por problemas de alcohol o heridas por caídas. A una media de 20 tenemos que derivarlos a los servicios sanitarios debido a su grave estado de salud», señalaba Isaías López, vicepresidente de la asociación. Según López, en algunos casos llegan a atender a la misma persona dos y tres veces. «Logramos que se recupere un poco y se marcha a continuar bebiendo».

Al filo de las 13 horas la actividad para los voluntarios de esta asociación comenzó a ser incesante. Hasta cinco personas al mismo tiempo tenían que ser atendidas, una de ellas una chica de apenas 15 años que aseguraba haber bebido ella sola media botella de vodka. «Estamos esperando a una ambulancia porque está en muy mal estado y esto se escapa a nuestros conocimientos», señalaba Isaías López.

Al mismo tiempo que llegaba la ambulancia, un grupo de chicos traía a un menor casi a rastras, también de unos 16 años, al borde de perder el conocimiento. Los sanitarios lo evacuaron rápidamente al Hospital de Sant Joan, mientras la joven quedaba en manos del personal de Proactiva, la empresa que realiza las labores de socorrismo en la playa. Precisamente el intenso oleaje que había ayer en San Juan -ondeaba la bandera roja- obligó a los socorristas a intervenir en más de una ocasión para sacar del agua a grupos de adolescentes, con evidentes síntomas de embriaguez, que desafiaban al frío dándose un baño.

Algunos de los voluntarios de la Asociación Nuevo Día recorrían el paseo hablando con los chicos y repartiéndoles papelitos de colores con mensajes en contra del alcohol. «No necesito que nadie me ayude», les gritaba una joven bastante borracha. Quienes no han estado este año en la playa de San Juan son el capellán de Santa Faz, José Luis Casanova, quien en años anteriores se ha desplazado acompañado de otros religiosos para hablar con los jóvenes y ofrecerles un espacio en el que rezar y pedir deseos a la Santa Faz. «Vamos a dejar aparcada la idea para pensar qué hacer otros años», señaló días atrás Casanova.

A la hora de comer la lluvia seguía sin aparecer y un río de jóvenes continuaba llegando a la playa de San Juan. El botellón se extendía ya no sólo por el paseo, también en la arena.

Cumpliendo con los dictados de la moda, ellas con pantalones muy cortos y muchos de los chicos desafiando el intenso frío sin camiseta. Piernas y brazo llenos de direcciones de redes sociales que unos a otros se escriben con gruesos rotuladores, junto a mensajes provocadores como «La droga es buena» o dibujos de penes enormes sobre las piernas de chicas que no pasaban de los 15 años.

Muchos de los carros tuneados y otros con mastodónticos equipos de música para animar la fiesta. Algunos de estos carros hacían de improvisadas camillas para llevar a chicos bastante perjudicados con el alcohol.

Las escenas de menores consumiendo alcohol de una manera tan evidente causaba estupor entre los pocos turistas que ayer paseaban por la playa y cabreo entre los trabajadores de los restaurantes de la zona. «Nosotros tenemos estrictamente prohibido venderles alcohol, bajo amenaza de sanciones y sin embargo aquí están bebiendo delante de la policía y no ocurre nada», se quejaba la responsable de uno de estos establecimientos.

Los vecinos, también hartos del espectáculo que cada año se repite debajo de sus ventanas. «Hemos tenido que contratar al portero para que venga hoy pese a ser fiesta porque en cuanto pueden se cuelan en la urbanización a mear y a meterse en la piscina», señalaba Ángel Espí, vecino de uno de los edificios de la zona. Frente a él, un grupo de chicas se enzarzaba en una pelea, mientras los amigos trataban de separarlas. En otras urbanizaciones de la zona, los esfuerzos de los vecinos porque no se colaran los jóvenes en un descuido fue inútil ya que saltaban la valla o meaban en los portales de acceso a las fincas.

Aunque desde la Concejalía de Seguridad eludieron dar cifras, a primera hora de la tarde destacaron que la afluencia había sido menor al año pasado, cuando se llegaron a dar cita en San Juan más de 40.000 jóvenes.

Este año el botellón también se ha extendido a la zona de la Vía Parque, junto al barranco del Juncaret, ya que una discoteca de la zona organizaba una macrofiesta. A mediodía decenas de grupos de jóvenes consumían alcohol en las inmediaciones del local y la música llegaba a escucharse en edificios de la zona de Vistahermosa y Gran Vía, según relataron ayer algunos vecinos.