«He visto niños de 15 años vomitando, niñas meando a la vista de todos, y los policías mirando sin hacer nada». Este comentario de una mujer en facebook refleja la opinión de muchos alicantinos ante el espectáculo que un año más se vivió el jueves en la playa de San Juan en el botellón que reunió a unos 10.000 jóvenes -muchos menos que otros años debido a la lluvia- y que se ha convertido para muchos chavales, un alto porcentaje de ellos, menores, en su propia tradición de la Santa Faz: beber sin control desde primera hora de la mañana.

¿Por qué la Policía no hace cumplir la ley impidiendo el consumo de alcohol a menores y además en la vía pública? El concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Alicante, Fernando Marcos, asegura que no es tan fácil acabar con estos macrobotellones. «Si se pudiera solucionar con medidas policiales, estaría resuelto. El Ayuntamiento no tendría problemas en poner todos los efectivos necesarios porque nos preocupa mucho, pero no es fácil. No vamos a cargar contra los jóvenes, y aunque se actúa y se identifica a muchos chavales o se les requisa la bebida, cuando se juntan 10.000 ó más en un lugar, una actuación contundente sólo puede provocar altercados y empeorar las cosas». El concejal ha añadido que «la Policía sabe lo que hace y vigila para que no haya problemas mayores ni peleas», para añadir que «si se actúa con mayor dureza, los chavales se irían a beber a otro sitios empeorando la situación. Si van a estar bebiendo, al menos que sea en un sitio con servicios y medios para atenderlos». Con todo, el concejal cree que «cuando llegamos al punto de plantearnos la necesidad de que intervenga la Policía, es que todo está fallando. Tenemos que ponernos manos a la obra padres, colegios, y otras concejalías porque no es sólo un problema de seguridad. Es un problema social que ocurre en todo el país. Cuando se disolvió el botellón de Canalejas los jóvenes se fueron a beber a otros sitios. Lo que hay que conseguir es que no beban».

El psiquiatra y responsable de la Unidad de Alcohología del Hospital de Sant Joan, Bartolomé Pérez Gálvez, coincide en que hay un problema social de permisividad con el alcohol pero es más rotundo al afirmar que sí que hay que adoptar medidas coercitivas para impedir botellones masivos como el de la Santa Faz. «Esto ya no es un tema de consumo de alcohol en la calle, sino de consumo de menores. No hay soluciones maravillosas, pero sí hay soluciones. La Policía debe identificar a los jóvenes, requisarles el alcohol y avisar a los padres. Hay que actuar en serio para que cada año sean menos los jóvenes que van ante el temor a las repercusiones». El problema, a juicio de Gálvez, es que se obliga a los policías a ver cómo se incumple la ley delante de ellos y no hacer nada.

Con respecto a las causas de que miles de jóvenes se reúnan para beber con la excusa de la romería, Pérez Gálvez considera que es fundamental la presión social. « Los chavales ese día beben porque beben los demás. Si estoy en un bar donde hay 50 personas, la probabilidad de que yo beba es menor que si hay un mogollón de gente alrededor. Para no sentirse extraños acaban bebiendo». El experto cree que la permisividad agrava el problema. «Esto no tiene nada que ver con la Peregrina, pero es como si se hubiera institucionalizado. Ven que pueden beber delante de la Policía, todo el mundo hace la vista gorda y no pasa absolutamente nada así que no debe ser tan malo. La cuestión es que llegan a la conclusión de que si en Santa Faz pueden pegarse esa pasada, ¿por qué no el sábado que viene? Nos tenemos que preguntar qué se está haciendo para prevenir el abuso de alcohol entre los jóvenes».

No parece fácil para los padres impedir que sus hijos acudan a este tipo de botellones y beban de más. Tal como señala un internauta «tengo una hija de 14 años y dede pequeñita hemos cumplido con la tradición yendo a Santa Faz en la romería, pero cuando se hacen mayores ya no puedes hacer más, se convierten en borregos y hacen lo que todos los de su edad».

Raúl Alós, presidente de la Federación de Asociaciones de padres Enriq Valor cree como padre que «prohibir sirve de bien poco. Si se prohíbe mienten o se escapan o beberán en otro momento. Muchos padres no saben que sus hijos están en estos botellones o, si están, que beben tanto. Hay que buscar un equilibrio entre la educación y la complicidad, que el joven se responsabilice y se ponga sus propias limitaciones, que haya confianza y fomentar los valores morales». A su juicio, «el botellón de la Santa Faz es una manifestación de lo que venimos arrastrando en esta sociedad. El alcohol forma parte de ella y es difícil demonizarlo pero es básico educar a nuestros hijos para que no consuman». Además, «hay que tomar medidas en los lugares donde están los menores y evitar que se generen estos macrobotellones o al menos dificultarlos», pero no se trata solo de una cuestión policial sino que «hay que abordar el problema en su conjunto: asociaciones de vecinos, padres, profesores, ayuntamiento, servicios sanitarios y policiales... Hay que adoptar medidas para que al final no tenga que dejarse solo en manos de la policía».

Mientras unos ciudadanos muestran en las redes sociales su indignación al ver a los jóvenes «con carros llenos de alcohol, borrachos, con chicas con pantalones súper cortos con sus teléfonos escritos en las piernas, tiradas y tirados en el suelo...», otros, los menos, consideran que se exagera. «¿Qué pasa, que nadie antes fue a la Santa Faz y se pilló un pedo abismal?» comenta una internauta mientras otro pone el foco en los adultos «que hacen la romería pero que luego se ponen ciegos a cerveza delante de sus hijos».

En cualquier caso, según una encuesta realizada en la web de este diario, el 83% de las personas que habían votado ayer por la tarde consideraban que debería regularse el botellón de la Santa Faz y un 17% que no.

Prevención

Para el psicólogo experto en adicciones Antonio Castaños «desde siempre se ha bebido en fiestas. Quizá el problema ahora es que esto se ha masificado y además tenemos más conciencia de los problemas que trae el abuso de alcohol». Además, «el objetivo ya no es estar con el grupo, hablar, bailar y pasarlo bien, el objetivo es colocarse lo que provoca un estado lamentable y en muchos casos peligrosos». También a su juicio, la solución está en la prevención. «Estamos perdiendo un tiempo precioso al no instaurar una asignatura en la que se integren todos los aspectos que pueden ser conflictivos en el futuro de los menores: acoso, drogas, alimentación, juego, alcohol, ciberadicciones... Hay que trabajar con todos los sectores sociales que tienen que ver con la conducta de los chavales». En cuanto a qué actitud adoptar como padres, Castaños cree que «el planteamiento no es ni prohibir ni permitir sino enseñar a utilizar. Los jóvenes no son conscientes de los riesgos y beben de manera inexperta o inadecuada para estar integrados en el grupo. La prevención actual se dirige a aprender a utilizar dado que sabemos lo difícil que es decir no a esas edades aunque sería lo deseable».

Desde otro punto de vista, el concejal de limpieza y atención urbana, Víctor Domínguez, cree que hay un problema importante en torno a la oferta de ocio de los jóvenes «porque el alcohol siempre está presente». A su juicio, «tenemos que analizar qué alternativas podríamos buscar al botellón como un festival de música en esta fecha, además de hacer talleres todo el año para concienciar a los jóvenes, pero no puede ser una labor exclusivamente del Ayuntamiento sino de toda la sociedad porque no hablamos de un grupo de vándalos sino que algunos años llegan a juntarse hasta 40.000 y de todos los sectores sociales». Domínguez asegura que «esta especie de bacanal colectiva en la que todo vale» le preocupa mucho, «pero tampoco valen los discursos moralistas, sino que tenemos que empatizar con los chavales para estudiar alternativas».