Si ya de por sí son especiales los reencuentros de padres e hijos tras un largo viaje, mucho más lo fue ayer el que protagonizaron los 44 alumnos de cuarto de ESO del colegio Salesianas María Auxiliadora de Alicante. De hecho, fue el reencuentro de sus vidas tras vivir de cerca el terrorismo yihadista en Londres. Tres minutos antes de la matanza del puente de Westminster, este grupo de niños y niñas de 15 y 16 años, acompañados por cuatro profesores, pasaron por el lugar del atentado. «Estuvimos tomándonos las tradicionales fotos con el parlamento y el Big Ben al fondo o con el London Eye», recuerda una de las alumnas.

«Todo era de lo más normal hasta que empezamos a ver cómo la gente empezaba a correr y a gritar alejándose del puente», apunta uno de sus compañeros, que escuchó «mucho ruido y lo que parecían disparos». Al momento, «sirenas de Policía, ambulancias, cuatro helicópteros sobrevolando el río y a nosotros nos dijeron que nos metiéramos en el MacDonald's donde estábamos comiendo y que no saliéramos de allí». Este restaurante estaba a escasos 50 metros de dónde empezó la masacre. Otro grupo de alumnos estaba en un Pret a Manger cercano.

El viaje, que había comenzado el lunes, continuaría después con normalidad. «Decidimos seguir nuestra agenda», cuenta uno de los profesores. El centro de Londres, donde se encontraba el hotel de la expedición, quedó totalmente cercado por la Policía inglesa. Esa noche salieron a cenar cerca del hotel y poco más. Al día siguiente, primero fueron a Stonehenge. Después al instituto de Salisbury con el que el centro alicantino mantiene un programa de intercambio cultural. Y el viernes estuvieron en el Museo Británico. Por la noche, el avión estaba previsto para las siete y media de la tarde, pero «salimos a las nueve porque» el primer aparato «tenía algún problema y nos cambiaron». Ya en Alicante, con aterrizaje hacia las once de la noche, regresaron al punto de encuentro, el colegio. Allí, decenas de padres les aguardaban tremendamente emocionados y con un cartel con el que daban las gracias a los maestros. Y, al bajar del autobús se los comían a besos. Aplausos, gritos, llantos. Alegría muy pero que muy especial. «Han pasado susto y los profes los han mimado», decían nervioso un padre.

Y ahora... «La vida continúa. Hoy mismo no lo dejaría volver a un viaje. Veremos dentro de un tiempo». «Mamá, ¿por qué lloras?», preguntaba un hijo abrazado a su madre. «Porque soy tu madre, hijo, por qué si no voy a llorar», le contestó ella.