Hablar de la muerte es más sencillo con un café y unos dulces delante. Una decena de personas lo han comprobado en el primer «Death Cafe» que se celebró en Alicante el pasado jueves por la tarde, organizado por la Comisión de Humanización del Hospital de Sant Joan, y que se celebró en una cafetería de la zona del Cabo de las Huertas.

La ciudad se suma así a este fenómeno internacional que consiste en organizar una charla-coloquio entre desconocidos que se reúnen para hablar de la muerte de una manera natural. Uno de los primeros temas que salieron a relucir fue el miedo que provoca la muerte, porque significa decir adiós a los seres queridos, echar el cierre a muchas cosas. Algunos de los asistentes coincidieron en esta idea, pero hubo quien dijo que ya no la temía, porque después de haberla «odiado», se había reconciliado con ella cuando se llevó a un familiar cercano y dejó que se fuera en paz. También se habló de la paz que deja la muerte en algunos pacientes con enfermedades prolongadas, que ponen todo en orden y tienen tiempo de despedirse de sus seres queridos.

La muerte en las nuevas generaciones fue objeto de algunas reflexiones, al poner sobre la mesa cómo en nuestra sociedad se aparta todo lo relacionado con ella. La persona que fallece suele hacerlo fuera de casa, en el hospital, lejos de su entorno, y los pequeños suelen vivir ajenos a todas estas vivencias. El familiar muere y no lo ven, no se despiden o no van al entierro; es como si desapareciera. Antes las personas fallecían mayoritariamente en sus casas, integrando la muerte en todos los demás aspectos de la vida, naturalizándola. A este respecto, algunos de los participantes compartieron historias entrañables de personas que sí quisieron hacer partícipes a sus hijos de este acontecimiento.

Alguien se refirió a la película «Mi vida sin mí» de Coixet, recordando la lista de cosas que quiere hacer la protagonista antes de que le llegue la hora. Y eso dio pie a una pregunta necesaria y a un tiempo comúnmente olvidada: «¿qué te gustaría hacer antes de morir?».

Se mencionó asimismo la noticia publicada en diversos medios esta semana de un hombre que cada año, desde hace 23 que falleció su esposa, escribe una esquela en el diario dedicada a su «Elenita», contándole cómo están sus hijos, que eran pequeños cuando ocurrió. Cómo transcurre la vida que ha quedado tras su ausencia. Son esquelas que contienen también humor y rozan lo literario; que convierten la muerte de un ser querido en algo creativo y perdurable.

El «Death Cafe» del pasado jueves se celebró simultáneamente en más de 20 ciudades de España y Latinoamérica. En nuestro país estas citas las promueve el proyecto HU-CI (Humanizando los Cuidados Intensivos).Se trata, explica Montserrat Soler, miembro de la Comisión de Humanización de Sant Joan, «de crear pequeños espacios abiertos a todo el mundo, sanitarios y no sanitarios, en los que se pueda hablar de la muerte, para facilitar el desarrollo de nuevas formas de afrontarla e incluso de enriquecer la vida. Aumentar la conciencia de la muerte puede ayudar a las personas a aprovechar al máximo su tiempo y tener una vida más plena».

Jon Underwood fue el fundador de «Death Cafe», con la colaboración de la psicoterapeuta Sue Barsky, basándose en el trabajo del sociólogo suizo Bernard Crettaz. El primero tuvo lugar en Londres en 2011 y desde entonces se han celebrado más de 4.000 en 47 países del mundo.