La necesidad que tiene el Gobierno del PP de contar con los votos del PNV para cuadrar los Presupuestos Generales del Estado de este año ha terminado convirtiéndose en una nueva piedra en el camino de la construcción del Corredor Mediterráneo entre Cataluña y Algeciras, pasando por la provincia de Alicante.

Esta misma semana, al mismo tiempo que el Ministerio de Fomento ratificaba en Valencia que el eje no estará finalizado al completo hasta 2025, el Ejecutivo central ha acercado posturas con el Gobierno vasco para que el AVE entre las tres provincias vascas sea una realidad en 2023. Es decir, que la Alta Velocidad para pasajeros entre Vitoria, Bilbao, San Sebastián y Francia (la denominada Y vasca) llegará a Euskadi dos años antes de que entre Alicante y Barcelona se pueda viajar en tren en tres horas.

Lo que sí parece ya comprometido, según las fuentes consultadas por este periódico, es que en 2018 se podrá viajar ya en AVE a Valencia en 55 minutos, y entre Elche y Madrid en poco más de dos horas, dado que el nivel de ejecución de las obras es, en estos momentos, del 87%. La carga y el enlace para pasajeros con Barcelona no tiene, sin embargo, calendario cerrado.

Es más, en el acuerdo cerrado esta semana entre el Ministerio de Fomento y el Gobierno vasco se contempla que el AVE llegue soterrado a las tres capitales -Bilbao, Vitoria y San Sebastián-, con un coste aproximado de unos 800 millones de euros. Opción que descartó para Alicante (estación intermodal), en una decisión que mantiene partida en dos a la ciudad, y bloquea también el proyecto para el desarrollo urbanístico de la zona, incluida la construcción de un gran parque central (Oi2). Todo con el añadido de las deudas que acucian a la sociedad Avant, constituida en 2003 para el desarrollo de la integración del ferrocarril en Alicante, y casi abandonada ahora a su suerte por la indolencia de sus socios, entre ellos el Ministerio de Fomento y el Consell, que no quiere saber nada de aportar capital.

Alicante lleva, junto a la vecina València, décadas ya reclamando un soterramiento que en el caso de la capital de la provincia se metió en el cajón en 2010 y de allí no ha salido. Algo que tuvo, además, una derivada dramática, como es haber convertido el aeropuerto, uno de los más modernos del Mediterráneo, en una isla aislada de su entorno geográfico más inmediato.

El AVE vasco comenzó a construirse en 2006 tras el acuerdo de financiación firmado entre Fomento y el Gobierno vasco con un presupuesto de 4.200 millones de euros, del que el ejecutivo del PNV asume el 40%. Con la crisis, el proyecto también se atascó, pero ahora recibe un impulso definitivo mientras las vías siguen en Alicante tras el parche que supuso el cierre del paso a nivel de Ausó y Monzó. El AVE vasco tiene trece tramos finalizados, diecinueve en ejecución, cinco adjudicados y siete pendientes, entre ellos los accesos soterrados a las tres capitales.

Alicante vuelve a quedarse por tanto en el furgón de cola de las infraestructuras ferroviarias y, por mucho que el ministro Íñigo De la Serna demuestre formas exquisitas y voluntad de diálogo, una vez más se demuestra que la provincia sigue sin aparecer en las agendas de los diferentes gobiernos centrales, sean del color que sean.

El AVE llegó y nadie le podrá quitar ese mérito a la exministra Ana Pastor, pero también es cierto que lo hizo como lo hizo, a una especie de apeadero de latón que sigue sin terminar, como lo demuestra la falta de la estación intermodal y su conexión con el resto de la provincia. Tanto hacia el aeropuerto como hacia Benidorm y las Marinas (tren de la costa), como hacia Villena con la incumplida promesa de la red de Cercanías que estaba prevista cuando llegara el AVE, o la electrificación de la red de trenes que conectan Alicante con Murcia.

Sarcástica la respuesta parlamentaria del Gobierno esta semana al diputado de Compromís, Ignasi Candela, que se interesó por la conexión ferroviaria con Elche el pasado agosto. Pues bien, seis meses después, el Ejecutivo salda la cuestión con la siguiente aseveración. «? el Gobierno, a través de Renfe, aprovechará las infraestructuras que se ponga a su disposición para mejorar en lo posible el servicio que presta a los ciudadanos de la línea C1 del núcleo de Cercanías Murcia/Alicante». Lo dicho, en el vagón de cola.