«Cuando voy a los racós con mi equipo, se dirigen a los chicos cuando la artista soy yo. Te da un vuelco el estómago. Al principio no me hacía gracia. Cuando estoy plantando, no se dirigen a mí sino a ellos, y al darse cuenta, preguntan: ¿la artista es la chica?». Mari Carmen se ríe y dice que se ha acostumbrado a estos episodios que le suceden junto a sus amigos y compañeros, también festeros, Francisco Abad, con quien lleva años haciendo ninots de carrer; y Javier Orts. «Mi equipo ante todo».

Esta soledad femenina de la artista alicantina se da también, aunque en menor medida, en Valencia. «Es que a veces la gente te mira como a un bicho raro», asegura. Anima a las jóvenes con vocación a embarcarse en este oficio artesano, «que es un tobogán, a veces estás arriba y a veces abajo».

Es por ello que quiere reivindicar el trabajo de los artistas alicantinos. «Tenemos mala fama y eso hay que intentar cambiarlo, los que están y lo que venimos nuevos. La unión hace la fuerza. Hay artistas alicantinos grandes, muy buenos y tenemos que luchar por lo nuestro pero hay que cambiar cosas. Me gusta mucho el arte alicantino pero hay que darle una vuelta a lo de hace 20 años porque el público pide otra cosa y hay que dárselo».

Por su parte, Magdalena tiene en el taller a un empleado para la carpintería y ella lija y pinta al óleo ninots y escenas, y posteriormente un artista de Valencia lo culmina al óleo. «¿Mis hijas? Ninguna ha querido hacer hogueras y cada una tiene su trabajo. Esto no da mucho y no pude ni emplear a mi yerno al quedarse parado», se lamenta.