Casi como una primavera. Esto es lo que les parecen estos extraños días meteorológicos a los ciudadanos belgas, holandeses, franceses o alemanes que, periódicamente, hacen parada en el litoral de la provincia, en playas como El Pinet de Elche o Urbanova en Alicante, en algunos casos con extravagantes autocaravanas.

Saben que no pueden estacionar sus vehículos en lo que antes era un camping en La Marina, o casi en la arena de la playa, pero, debido a su buen comportamiento y civismo, las fuerzas de seguridad «hacen la vista gorda». Barren la zona improvisada donde «residen», depositan las basuras (e incluso de forma selectiva a poder ser), no hacen ruidos y además son buenos clientes para restaurantes como el Gallego Playa, donde, además del verano, el invierno es propicio para el negocio con el turismo de autocaravanas.

«Suele haber entre tres y una treintena de autocaravanas. Van y vienen continuamente y son muy amables. Incluso hay un campeón de motociclismo, un tío enorme», relatan desde la barra del bar.

Apenas saben un puñado de palabras o frases en castellano, pero los pocos que nos encontramos fuera del vehículo dan a entender que para ellos este tiempo es casi como la primavera en sus países. De hecho, algunos andan en manga o pantalones cortos, aunque estos días haya habido temporal de viento y granizo y las temperaturas hayan rozado los cero grados. Se nota que no son de España.

Pese al mal tiempo, una mujer prefiere salir a fumar y tomarse un café con una chaqueta de chándal abierta en la puerta principal de su vehículo, mientras otro extranjero, un poco más allá, opta por sacar al perro en la zona de El Pinet.

Con los cristales oscurecidos por el vaho, la mayoría, con la lluvia, opta por leer, conversar con otros compañeros, cuidar algunas plantas de interior o ver la televisión. De hecho, en lo que es un autobús convertido en vivienda, y que incorpora, además, un remolque, sus propietarios han llegado a poner a ras de suelo una antena parabólica y no precisamente de las pequeñas. Y todo ello pese al pedrisco, o las rachas de viento que se comprueban a pocos metros cuando se eleva la espuma de las olas.

Pequeñas motocicletas o bicicletas colgadas en la parte trasera de las autocaravanas son su medio de transporte alternativo para acercase al núcleo urbano de La Marina o desplazarse a algún otro punto del litoral. La mayoría de los que hasta aquí se desplazan son matrimonios jubilados en busca de mejores temperaturas, tranquilidad y buena gastronomía, explican habituales del lugar. Están acostumbrados a, por ejemplo, en Francia o Alemania, aparcar en campings donde pueden evacuar sus aguas residuales, conectar el umbilical para tener acceso a energía eléctrica e incluso utilizar las cocinas y las duchas construidas para dar servicio a los clientes a cambio de pagar el uso temporal de una parcela donde detenerse.

Pero aquí están más libres si cabe. En contacto con la naturaleza plena, porque si bien tienen el mar a unos pocos metros, también tienen dunas y pinada, un paisaje distinto al que están acostumbrados en sus países.

Otro de los muchos puntos de la provincia donde es frecuente observar estas viviendas con ruedas es en la playa de Urbanova, en primerísima línea. Aquí, si los fenómenos meteorológicos no acompañan, muchos conductores escampan porque la zona se convierte en un auténtico barrizal y pueden quedar atrapados.

Pero, por lo general, cuando hace buen tiempo, destacan entre los turismos de los particulares que se acercan a dar un paseo por esta playa pegada a la de El Altet.

De norte a sur, son numerosos los puntos extraoficiales en la provincia donde se puede pernoctar en un vehículo adaptado aunque haya carteles que adviertan de todo lo contrario. El caso es vivir sobre ruedas, que son dos días.