Cuidar de personas dependientes es un factor de riesgo para la salud, especialmente para las mujeres. Así lo pone de manifiesto el proyecto «Estudio de seguimiento de la salud y calidad de vida de mujeres y hombres cuidadores. Cuidar-se» que ayer presentó en la sede de la Universidad de Alicante (UA) la profesora María del Mar García Calvente, de la Escuela Andaluza de Salud Pública de la Junta de Andalucía, dentro del seminario Salud, Mujeres y Género.

Dentro de este estudio, pionero en España al investigar la situación de los cuidadores desde el punto de vista de género, el equipo entrevistó a 600 personas cuidadoras en Granada y Guipuzcoa. García Calvente explicó que a nivel del impacto en la salud de los cuidadores los datos obtenidos pueden ser extrapolables a Alicante. Así, las conclusiones reflejan que el 66% de las mujeres dicen tener «dolor y malestar» frente al 47% de los hombres. Una clara muestra de que el impacto de cuidar a otra persona es mayor en el caso de las mujeres. De hecho, más de la mitad de las encuestadas percibe que su salud es regular o mala.

Otra brecha en la igualdad de los cuidadores queda de manifiesto al comprobar que los hombres que cuidan tienen más edad, en su mayoría están jubilados y cuidan a su esposa, mientras que las mujeres que cuidan están en edades centrales de la vida, laboralmente activas, con un trabajo remunerado y cuidan a sus progenitores (un 46%) o en menor medida a su pareja (un 24%).

La experta explicó que el cuidado que se conoce como informal, que es prestado por personas de la red social cercana y de forma no remunerada a personas que lo necesitan, resulta de «suma utilidad para el bienestar de las personas y de las poblaciones, y sin embargo es uno de los fenómenos más invisibles para nuestra sociedad». Esa invisibilidad, argumentó, «está en la base de las desigualdades de género que se producen en este tema: los cuidados están socialmente adscritos a las mujeres como parte de su rol de género y además no están remunerados, por lo que son infravalorados social y económicamente».

Los resultados de Cuidar-se han mostrado también un empeoramiento en la calidad de vida tanto de las mujeres como de los hombres que cuidan a medida que avanza el tiempo en el proceso de cuidados. No obstante, los hombres parten de una mejor puntuación en este indicador (6,71 puntos más que las mujeres en una escala de 0 a 100), que hace que la brecha de género permanezca constante a lo largo del periodo estudiado, subrayó la profesora.

También se evidencia un aumento del porcentaje de personas cuidadoras que experimentan una «sobrecarga intensa debida al cuidado a medida que aumenta el tiempo que llevan cuidando». Este aumento se muestra en ambos sexos, pero es mayor en las mujeres, concluyó.

García Calvente y su equipo acaban de conseguir que el Instituto de Salud Carlos III financie la segunda parte del estudio que consistirá en el seguimiento de parte de los afectados.