Ángel Barrull y su pareja Isabel Gabarri estuvieron dos años y medio pagando a un hombre 150 euros al mes por el alquiler de un piso en Virgen del Remedio. La sorpresa llegó hace unos meses cuando se enteraron de que la vivienda no era propiedad de esta persona, sino de un banco que amenaza con desahuciarles. «Este hombre había ocupado la casa de manera ilegal y nos la había alquilado como si fuera suya», señala Barrull.

No es un caso aislado, miembros de Stop Desahucios señalan que es una práctica que comienza a aflorar en la ciudad de Alicante. «Se está montando una mafia de personas que dan patadas a las puertas de los pisos que son propiedad de los bancos y los alquilan a familias sin recursos», señala Marisa García, miembro de Stop Desahucios. Es, a su juicio, «la consecuencia de la política de vivienda que impera, con multitud de pisos de los bancos vacíos, mientras hay familias sin recursos que no tienen casa». Por eso, la plataforma exige una mayor presión por parte de la administración. «Si no hay viviendas para alojar a estas personas, deben exigirlas, pero lo cierto es que en estos momentos el Ayuntamiento no tienen ningún tipo de presencia».

En el caso de Ángel e Isabel, la plataforma logró parar ayer el desahucio. Su caso es desesperado. Tienen dos hijos de 3 y 1,5 años y ella es menor de edad. La familia vive de la venta ambulante que les deja unos escasos recursos. «Soy autónomo y cotizo 6.500 euros al año, no puedo hacer frente a un alquiler normal». Tanto la familia como Stop Desahucios aseguran que han tratado en vano de que la entidad financiera les permita quedarse en esta vivienda a cambio de un alquiler social. El de ayer era el segundo intento de desahucio y ha quedado aplazado hasta una fecha indeterminada.

De este modo la familia podrá seguir de momento habitando una casa en la que falta de todo. No hay puertas, algunas de las ventanas están rotas, apenas tienen muebles y enseres personales y carecen de agua caliente. «Si nos conceden ese alquiler social podemos ir arreglando poco a poco la vivienda y hacerla más habitable. Lo que es absurdo es que el banco prefiera que el piso siga vacío», lamenta Isabel Gabarri. Acompañando ayer a la pareja estaba la madre de Ángel. «Sufro mucho por ellos, porque además no les puedo ayudar. Yo misma vivo con mis padres y tengo que dormir en el salón», señala Toñi Barrull.