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Análisis

Una familia con pedigrí que vivía momentos de cambio

Una familia con pedigrí que vivía momentos de cambio

El asesinato a tiros en la tarde del viernes de María del Carmen Martínez López, de 72 años, la viuda del que fuera presidente de la extinta Caja Mediterráneo, parece sacado del thriller más taquillero de la cartelera, del guión de una película de suspense en la mejor tradición del cine negro norteamericano o del cerebro de los grandes de la novela del género, Dashiell Hammet o Raymond Chandler. Una mujer perteneciente a la alta sociedad de Alicante a la que descerrajaron dos certeros disparos en la cabeza cuando se encontraba en el interior de un vehículo de alta gama (un Porsche Cayenne) a las puertas de uno de los negocios de la familia; un brazo ejecutor que bien porque no fuera su objetivo, bien por otros factores que deberá determinar la investigación, ni siquiera intentó robar el vehículo o el bolso de una mujer perteneciente a una familia de las que se dicen «bien» y que puede certificar su pedigrí. El bolso fue encontrado en los asientos del turismo, con dinero y alguna joya, sin que al parecer el autor del asesinato tuviera intención de llevárselo o no le diera tiempo a hacerlo; una escena del crimen carente de testigos, en la que nadie vio ni oyó nada que presumiera la concatenación de hechos fatales que derivaron en uno de los asesinatos más sonados de los últimos años en la provincia.

La trágica muerte de la mujer que encabezó una de las mayores fortunas de Alicante, al frente de un conglomerado empresarial tan voluminoso como complicado en sus relaciones familiares y en la gestión de la herencia del hombre que llegó a presidir la cuarta caja de ahorros de España, ha otorgado relevancia al dificilísimo juego de equilibrios que Mari Carmen tuvo que poner en funcionamiento al final de su vida, al tiempo que le ganaba la batalla al cáncer, para mantener la proa tanto de la actividad de sus empresas como de la estabilidad de una de las familias señeras de la terreta.

Coches y plástico

Vicente Sala Bello (Novelda, 1939 - Alicante, 2011) se convirtió en uno de los grandes empresarios de la provincia a partir de dos rentabilísimas vías de negocio: la automoción y la industria del plástico y sus derivados. En función de la primera, llegó a ser uno de los principales distribuidores de automóviles: Porsche, Honda, Volvo, Mazda, Land Rover, Suzuki, primeras marcas en turismos de todas las gamas que poblaron los garajes de cientos de viviendas al socaire del boom inmobiliario, en esos tiempos recientes en que cada unidad de la familia disponía de su propio automóvil, y que propició que si en el mismo hogar convivían cuatro miembros, es más que probable que uno de los vehículos hubiera salido de los concesionarios de Vicente Sala.

La industria química y los derivados del plástico constituyeron el negocio que contribuyó a cimentar la potente economía familiar. Vicente Sala fue el penúltimo presidente de la CAM pocos años antes de que la caja de ahorros con más de un siglo de historia cayera en el expolio de la cuenta de resultados y acabara con parte de la cúpula y del cuerpo directivo sentados en el banquillo de la Audiencia Nacional. Es poco probable que Sala hubiera sido procesado por los mismos motivos que los jueces encausaron a su sucesor, Modesto Crespo. Al marido de la mujer asesinada el viernes, con aspiraciones de banquero en la alegre España de la explosión inmobiliaria y el Levante feliz, no le habría hecho falta cobrar dietas disparatadas por el simple hecho de que ya era millonario antes de presidir la caja, antes incluso de ocupar una de las vicepresidencias de la entidad con sede en Alicante. A principios de la década de 1960 ya aparecía en las portadas de la prensa económica como una de las incipientes muestras del milagro económico español, junto a banqueros como Alfonso Escámez, presidente del Central y gobernador del banco de España. Con Jesús Muñoz y Pepe Orts habían diseñado los cimientos del Círculos de Inversores. Además era miembro fundador de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), el lobby que agrupa a las grandes fortunas de la Comuniudad. Era un pura sangre.

Envuelta en el oropel de la burbuja del ladrillo, con sus cuentas maquilladas y repartiendo créditos a mansalva a una sociedad que anhelaba construir su futuro en viviendas situadas en campos de golf, la Caja de Ahorros del Mediterráneo se erigió en el escenario perfecto para que Vicente Sala ampliara aún más su círculo de negocio. Aupado a la Presidencia de la CAM (1998) en tiempos en que Eduardo Zaplana se hallaba al frente de la Generalitat, la caja era el trampolín ideal para que Sala repartiera su tarjeta profesional entre los clientes del plástico y acuñara un círculo de amistades distribuidos de la Casa Real hacia abajo. Excelente como relaciones públicas, accedió al consejo de la CAM bajo gobierno del socialista Joan Lerma, de quien era amigo personal. El entonces hombre fuerte de la Generalitat eludía hospedarse en hoteles cuando le tocaba pernoctar en Alicante porque Vicente Sala le ofrecía su casa.

Amigo del Rey Juan Carlos, el empresario revivía su momento de gloria cada vez que el hoy monarca Felipe VI se ponía al frente del CAM para participar en las grandes regatas españolas. Aquello le procuraba una imagen pública sin mácula y reforzaba su perfil de empresario por el solo hecho de salir en el couché. Amigos y enemigos, que también los acumuló al atribuírsele un particular servilismo frente al poder político y por tomar partido por uno de los dos bandos que acabó desangrando al Partido Popular valenciano en el binomio campistas versus zaplanistas, amigos y enemigos, decía, recuerdan (entonces y ahora) que Vicente Sala distraía su tiempo como presidente de la institución para compaginar las relaciones públicas de SM Resinas y de la Compañía Española de Resinas, sociedades con más de 50 años de actividad que estallaron en su esplendor durante su mandato en la CAM, y que con enorme éxito acabó extendiendo sus redes no sólo en España, sino también en Portugal, Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Uruguay.

Por motivos de edad debió dejar la caja en 2009 al cumplir 70 años, pero un vericueto legal le permitió prolongar la Presidencia hasta que Francisco Camps, que no hacía prisioneros, le hizo pagar su zaplanismo para poner en su lugar al ilicitano Modesto Crespo. Las cosas de la política.

La familia

Exquisito en el trato y afabilísimo en las relaciones sociales, alrededor de estas actividades empresariales Vicente y Mari Carmen apuntalaron el núcleo familiar. El hogar de los Sala - Martínez, aquel que acogió a Lerma y a otros personajes relevantes de la economía y la cúspide de la pirámide social, continúa siendo una de las vistas más llamativas en los alrededores del Barranco del Juncaret y la partida Condomina, en paralelo a la vía parque y a la avenida de Dénia.

Tres imponentes viviendas unifamiliares a las afueras de Alicante, cerca del domicilio social de una de sus sociedades, se levantan imponentes en mitad de amplias zonas de arbolado, jalonadas por tres piscinas y pista de tenis. Allí se reunía con asiduidad la familia, el hijo varón del matrimonio, las tres hijas y buena parte de su progenie.

Los balances de la empresa, los últimos conocidos de SM Resinas, corresponden al ejercicio de 2015. Reflejan unas ventas de 39,5 millones de euros, un balance positivo cercano al millón de euros y unos activos que superan los 20. La Compañía Española de Resinas, por su parte, tuvo unas ventas de 1,1 millones, unas pérdidas de 328.000 y unos activos que superan de largo los 79 millones de euros, tal como consta en las cuentas entregadas al Registro Mercantil.

La gestión del patrimonio, dirigido desde un consejo de administración conformado por la cabeza de familia asesinada el viernes y sus cuatro hijos, acabó, sin embargo, degenerando en un notable distanciamiento familiar que derivó hace meses en la pérdida del control por parte de Vicente Sala Martínez. Sus hermanas tomaron el mando. María del Mar se convirtió en presidenta de SM Resinas, y María Antonia de la Compañía Española de Resinas, descabezando el liderazgo de su hermano del emporio familiar que lideraba desde 2010, un año antes de la muerte de su padre.

Sin embargo, los últimos actos administrativos de la compañía se registraron entre octubre y noviembre de este mismo año, hace menos de un mes, con las dimisiones de todos los miembros de la familia, la revocación de sus cargos y el nombramiento de Vicente Sala Martínez como apoderado de la Compañía Española de Resinas y de su madre como apoderada de las empresas de la familia. Con la reversión de los órganos de administración, como cabeza visible de estas sociedades y de la matriz del grupo, Samar Internacional, figura desde hace semanas la propia María del Carmen Martínez López, en lo que constituyó un auténtico terremoto doméstico en los puestos de poder de holding.

Quienes conocen bien el núcleo familiar aseguran que tal seísmo en revocaciones y nombramientos se produjo, cansada de disputas entre su prole, a instancias de la fallecida, que figura desde entonces como administradora. Sin saber que afrontaba sus últimas semanas de vida y sometida a las revisiones de un cáncer que tenía controlado, Mari Carmen volvió a poner orden en el organigrama empresarial y en su propio hogar.

Al filo de las siete de la tarde del viernes, y por causas que la Policía investiga, dos balas en la cabeza acabaron con su vida.

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