Usted habla de tres pilares básicos para garantizar una educación efectiva, ¿cuáles son?
Normas, comunicación y autoestima. Son aspectos que casi siempre se tratan de forma independiente y la experiencia nos dice que no se pueden aislar uno del otro. Hay que poner unas normas adecuadas, ver cómo las transmitimos y que no dañen, sino que potencien el desarrollo interno del niño. Cuando alineamos estas tres cosas, el éxito está garantizado y funcionamos en línea con el desarrollo del niño.
¿Es compatible esta forma de educar con el escaso tiempo que hoy tienen los padres?
Educación sin tiempo es inviable, todo proceso de educación necesita tiempo. Es cierto que los papás de hoy en día van a tope y esto hace que para poder transmitir ciertas cosas a los niños lo hagamos en un tiempo limitado y queriendo conseguir el éxito. Pero el tiempo es necesario en todos los procesos. Tanto para poner normas, como para transmitir una comunicación eficaz el tiempo es esencial, porque el niño acaba de conocer el mundo y hay que guiarle. Muchas veces escucho eso de que lo importante es la calidad del tiempo. Esta frase nos ha hecho un poco de daño porque se mal interpreta. La calidad es esencial, pero no hay que confundirse, sin una cantidad de tiempo dedicada a ellos es difícil conectar, establecer una relación profunda y conseguir resultados.
¿Algún consejo entonces para los padres que no pueden conciliar?
Lo primero es buscar un tiempo de calidad en el que se establezcan verdaderos encuentros. Hay gente que tiene una capacidad de conectar con el niño enorme y el ratito que tiene con el niño es fructífero. Hay mamás ciertamente nutritivas, pero también hay que poner un límite a todo lo que tenemos que hacer. Que las cosas no son abc: ducharse, cenar... hay que relajarse, conectar con el niño, porque sino la educación se convierte en una rutina más y eso no es posible. Pero los papás lo hacen mucho mejor de lo que creen. Se forman bastante y eso se plasma y se ve. Nadie nace enseñado, pero hay algo dentro de cada padre, que es el sentido común y el instinto. Y con esto y algo de formación, lo que me encuentro es un trabajo que por lo general está bien. Hay que separarnos de la idea de que nunca es suficiente. Eso genera mucha inseguridad en torno a la educación, cuando de lo que se trata es de potenciar la autoestima y una buena comunicación. Muchos errores son más por la inseguridad de los padres que por lo que hacen.
¿Por qué se deprimen hoy los niños?
Me encuentro muchos más niños que se ansian que los que se deprimen. Vivimos en una sociedad en la que la exigencia se la transmitimos a los niños. Los niños hacen un montón de actividades. Por ejemplo, soy muy crítico con el tema de los deberes. Después de estar siete horas en el colegio, siguen un par de horas en casa, más las actividades extraescolares. No es que los preparemos más, al final el niño rechaza eso y vive ansiado ante ese cúmulo de actividades.
¿Los niños necesitan escuchar la palabra «no»?
Es fundamental, porque les va a dar los límites de su conducta y un mecanismo de protección . No es sólo la imposibilidad de que hagan algo, también les marca el camino por el que deben ir y les hace ganar seguridad. Evita que vivan el rechazo social que se produce cuando no se cumplen las normas.
Parece que la tendencia en la actualidad es hacia el hijo único, ¿qué opina?
Si preguntamos a cualquier padre que ha tenido hermanos, hay una gran diferencia. Tener un hermano conlleva enormes ventajas, a nivel de aprender a mediar, a crecer, a vincularse con cosas fundamentales. Que haya tantas familias que optan por tener sólo un hijo es más una muestra más de cómo está la sociedad que algo elegido de una manera natural por los propios padres. Yo tengo un hermano y es lo más grande del mundo. Los hijos únicos se lo pierden .
