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A Pie de Calle

25 años gestionando emociones

Alinur cumple un cuarto de siglo en Alicante atendiendo a personas con discapacidad intelectual

Detalles de las aulas en las que se priman las emociones. A la derecha, un ejercicio para descargar la ira. ISABEL RAMÓN

Un rótulo en el que se lee: «Alinur. Creciendo con las emociones» es lo primero con lo que el visitante se encuentra en la recepción del centro. Preside el salón principal la frase de Antoine de Saint-Exupéry «El amor es la única cosa que crece cuando se reparte». Las aulas se llaman Fantasía, Imaginación, Alegría e Ilusión, y los pasillos y dormitorios están llenos de carteles, dibujos y pegatinas en las que los alumnos expresan sus deseos y su estado de ánimo. Y es que la educación emocional es el pilar fundamental del Centro de Educación Especial Alinur de Alicante que cumple 25 años atendiendo a mayores de 16 años con discapacidad intelectual cuando dejan el colegio.

«Nuestro principal objetivo es que los chicos sean felices y tengan una vida plena», señala la directora y alma máter de Alinur, Leonor Martínez, «y desde el principio hemos creído que es fundamental para ello que los alumnos conozcan cuáles son sus sentimientos, que sepan expresar y gestionar sus emociones, que conecten con las emociones de otras personas y que puedan resolver los conflictos de su vida diaria».

Felices se les ve mientras reciben clase -unos-, o juegan golpeando cojines para descargar un supuesto enfado -otros-, riendo a carcajadas. «Los chicos vienen al centro a partir de los 16 años cuando acaban su etapa de formación ordinaria», dice la directora, para añadir que «vienen de sitios donde son especiales o diferentes y llegan aquí donde todos son iguales y han de encontrar su espacio, pero por primera vez tienen una vida plena, hacen amigos de verdad, se enamoran, van al cine juntos... Un padre me ha dicho que ahora a su hijo le invitan a los cumpleaños de verdad, no por cumplir. Consiguen tener una vida lo más normalizada posible».

Mientras hablamos, Ángela y Carlos nos enseñan sus habitaciones. Son dos de los alumnos que viven toda la semana en el centro y los fines de semana se marchan con sus familias. Sus dormitorios, cada uno decorado a gusto de los chicos, están impecables. «Trabajamos mucho en el cuidado personal y en el de sus cosas», indica Leonor Martínez. Ángela, que tiene 28 años pero parece más joven, muestra orgullosa sus dibujos, sus puzles y sus bordados. «Diles lo del premio», pide la joven a la directora. «Ha ganado un premio de dibujo del Ayuntamiento, y está muy orgullosa», señala Leonor. Del medio centenar de alumnos del centro, una quincena pasan aquí la semana y el resto acuden en horario lectivo.

Del gimnasio al comedor, el aula de informática, los dormitorios, el aula de terapia con animales, la de estética e imagen, los pasillos... En todos los espacios del centro se evidencia la importancia que dan aquí a las emociones. Tal como señala la psicóloga del centro, Nuria Coves, «se aplica la educación emocional desde siempre. Hay asignaturas como inteligencia emocional, dinámicas emocionales, terapia asistida con animales... Por ejemplo hemos logrado que chicos que no se acercaban a los animales no tengan ahora problemas y aprenden a respetarlos y a cuidarlos». Concretamente a Dátil, el perro con el que trabajan los alumnos. Además, añade Nuria Coves, «introducimos la educación emocional de manera transversal en las diferentes materias con la colaboración y coordinación de todo el profesorado y el personal, consiguiendo así resultados muy significativos». En este sentido, según la psicóloga, «se logra que los alumnos posean una mayor capacidad de empatía, se comuniquen con mayor fluidez y adopten una actitud más positiva ante la vida. Han mejorado en capacidad de ponerse en el lugar del otro y con mayor disposición para acercarse al compañero cuando se encuentran mal o ayudar a otros y han mejorado en el desarrollo de habilidades sociales».

Alinur es un centro privado que se financia con las aportaciones de los alumnos y de sus familias.

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