Los medios de comunicación han contado unos ataques religiosos a templos católicos que resultan verdaderamente extraños. Dos templos católicos, uno en Navarra y otro en Sevilla, han sido incendiados. En la ciudad navarra de Fontellas fue quemada una amplia superficie del templo y fueron destruidas tres imágenes de la Virgen María. Naturalmente, los primeros que se sintieron profundamente afectados fueron el arzobispo de Pamplona, monseñor Francisco Pérez González, y los prelados de Sevilla.

El obispo de Pamplona dijo inmediatamente: «Sabemos que María es Madre de Dios y Madre nuestra, y atacar su imagen es ofender a quienes la queremos como madre. No permitiremos que se asienten en nuestros corazones sentimientos de rencor o resentimientos, y que la libertad religiosa sea profanada». El autor de los hechos fue detenido el día siguiente por la Policía. Era un hombre de origen magrebí. El juez ha descubierto que este destructor era y es un islamista.

Cuatro días después del ataque religioso en Navarra, tuvo lugar en la capilla del Sagrario de la Basílica del Gran Poder de Sevilla un gran incendio, que fue sofocado por los feligreses que había en la Iglesia. El autor de ese incendio fue detenido inmediatamente. El arzobispo de Sevilla, monseñor José Asenjo, deploró profundamente este nuevo incendio y se unió profundamente con todos los cristianos afectados.

Estos lamentables sucesos deben acrecentar la devoción y el amor a la Santísima Virgen María y a todos los santos, que son el objeto de nuestra hondísima devoción.