Fernando Méndez de Sotomayor Navía nació en Madrid en 1699.

Ingresó voluntario en el ejército el 30 de agosto de 1727, sirviendo como ingeniero en las reales obras de Aranjuez.

El 16 de agosto de 1730 fue ascendido a alférez y destinado a América como ingeniero extraordinario, por lo que se trasladó hasta Cádiz para embarcarse. Pero cambiaron las órdenes y se quedó en Sevilla.

El 25 de junio de 1733 fue destinado al real sitio de la Granja de San Ildefonso, donde dirigió las obras que allí se estaban realizando.

Fue ascendido a capitán el 8 de febrero de 1739 y destinado a Cataluña en julio de ese mismo año. Se presentó voluntario para ir a la campaña de Italia, pero hubo de permanecer en Cataluña, hasta que se le ordenó regresar a Madrid.

El 25 de agosto de 1750 fue ascendido a teniente coronel e ingeniero jefe. Se le destinó a Galicia y después a Extremadura.

Estando en Extremadura, obtuvo licencia en septiembre de 1754 para contraer matrimonio con María Gutiérrez Rodríguez y Jiménez, pero no llegó a casarse. Fue ascendido a coronel el 1-10-1756, y en 1759, siendo director general de los cuerpos de Ingenieros y Artillería el conde de Aranda, fue nombrado director interino de las obras de fortificación de la frontera extremeña con Portugal. Cuando estalló la guerra contra este país en 1762, pretendió participar en la campaña, pero no lo consiguió. Fue a partir de entonces cuando empezó a sospechar que había contra él una conjura que le impedía seguir ascendiendo en su carrera militar.

En Alicante

Esta sospecha suya sobre una conjura en su contra (obra de desconocidos y poderosos enemigos) se convirtió en certeza cuando, en 1764, pretendió la dirección del cuerpo de Ingenieros de Valencia, aprovechando que el capitán general de este reino era el conde de Aranda. Vino destinado a dicha capitanía general, pero no logró el ascenso.

Ya en Alicante, bajo las órdenes del gobernador José Juan Ladrón, y de su sucesor, conde de Baillencourt, proyectó un lazareto para el puerto, que no se realizó, y dirigió la construcción de un cuartel de caballería en Mutxamel.

Durante el reconocimiento que hizo de las plazas y fuertes de la costa española, el conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla desde 1766, reparó en la isla deshabitada que había en la bahía de Alicante, conocida como Isla Plana. Decidió que debía convertirse en una plaza militar y, como coincidía que a la sazón el Rey había determinado que fuesen rescatados los antiguos habitantes de la isla tunecina de Tabarka, pensó el conde que sería oportuno colonizar con éstos la Isla Plana alicantina. Así, tras la aprobación del monarca, el conde de Aranda ordenó el inicio de las obras de fortificación de esta isla, nombrando director comandante de dicha construcción a Fernando Méndez, el 13 de enero de 1769.

Méndez levantó varios planos y en marzo, coincidiendo con la arribada a Alicante de los tabarkinos redimidos, en la isla desembarcaron de la galera La Brillante los obreros que debían llevar a cabo los trabajos de fortificación y, de la galeota Chuchana los primeros materiales de construcción. Solicitó entonces Méndez su ascenso a brigadier, pero no se le concedió.

El 2 de agosto se empezó a construir la muralla, de mampostería revestida de sillería labrada, con bóvedas, garitas, parapetos y tres puentes. También se inició la construcción de 128 casas, distribuidas en 15 manzanas, destinadas a albergar a los colonos. Asimismo, se edificó una casa para el gobernador, una iglesia, dos hornos y siete aljibes, capaces de recoger 60.000 cántaros de agua.

Nueva Tabarca

Al convertirse en una plaza de armas, los militares cambiaron el nombre de la isla, denominándola de San Pablo, pero poco después de que desembarcaran los colonos, pasó a llamarse Nueva Tabarca, en honor a la isla de la que eran éstos originarios. Los 292 tabarquinos arribaron desde Alicante el 19 de marzo de 1770.

El 26 de agosto de 1771, Fernando Méndez fue nombrado primer gobernador de Nueva Tabarca, aunque siguió cobrando lo mismo, puesto que no fue ascendido. En lo militar, dependía del capitán general de Valencia, pero en lo político debía dar cuentas al presidente del Consejo de Castilla; y éste, que seguía siendo el conde de Aranda, decidió aquel mismo verano paralizar provisionalmente las obras de construcción en la isla.

La causa de aquella paralización residía en el excesivo gasto. La isla carecía de manantiales y la escasez de lluvia impedía una recogida natural de agua en los aljibes, por lo que los isleños dependían exclusivamente de la que era transportada por medio de barcos-cisterna. Otro problema que Fernando Méndez no había tenido en cuenta era la extrema dificultad para cultivar, debido al azote continuo del viento y a la casi nula fertilidad del suelo. Todo ello incrementó notablemente los gastos en la provisión a los isleños, ya fueran militares o colonos, y propició la consiguiente aparición de críticas que acusaban a Méndez de negligente, irresponsable y hasta soñador.

Pero Méndez continuó proyectando obras y levantando nuevos planos, dando preferencia a las dotaciones civiles sobre las militares, con el objetivo de convertir la isla en autosuficiente. Aunque este nuevo proyecto no convenció al Gobierno, sí que logró la aprobación de Carlos III. Y en consecuencia las obras se retomaron en 1773, finalizándose la muralla, con tres puertas y dos puentes levadizos, en enero del año siguiente.

Fernando Méndez, y su ayudante, Antonio González, estaban bajo la autoridad de una Junta designada por el conde de Aranda. La formaban, además del propio Méndez, el gobernador de Alicante, que la presidía, y el contador de la ciudad, Juan Antonio Aguilar Figueroa, que actuaba como interventor.

En junio de 1774, Méndez escribió al nuevo presidente del Consejo de Castilla, Manuel Ventura Figueroa, lamentándose de no ser reconocido su esfuerzo con un ascenso, después de 18 años de servicio como coronel y 24 de ingeniero jefe. Pero no consiguió su propósito.

Un memorial anónimo, escrito en italiano y fechado el 12 de enero de 1775, denunció que los tabarquinos vivían desterrados en un lugar que era como un «infierno, y gobernados por el odio y la mala voluntad», acusando además a Méndez de estar ausente de la isla la mayor parte del tiempo. El 8 de marzo siguiente, el capitán general de Valencia, conde Sayve, recibió orden de la Corte para que informase de la situación de la isla, y éste la trasladó al gobernador alicantino, conde de Baillencourt. Unos meses más tarde, el nuevo capitán general de Valencia, Juan Francisco Vanmark, ordenó que Méndez fuese apartado como gobernador y arrestado en Alicante. Fue el segundo agravio que sufrió Méndez aquel año, ya que en mayo pidió ir en la expedición a Argel, pero nuevamente fue ninguneado. El tercer perjuicio, que él tomó como una ofensa, le llegó en enero de 1776, con una carta firmada por el ministro de la Guerra, conde de Ricla, en la que se le advertía de que, a pesar de que el Rey le había concedido el acceso a la orden militar de Calatrava, no podía llevarse a efecto «por falta de medios, para costear las pruebas».

Pero no todo fueron malas noticias. A finales de 1775 fue repuesto en su cargo de gobernador de Tabarca y el 23 de mayo de 1776 se le concedió la licencia que había pedido el 22 de abril anterior, para contraer matrimonio con María Lucía Juan Jiménez de Urrea, nacida en Alicante el 13 de diciembre de 1749 y nieta del conde de Vervedel, la cual podía entregar una dote adecuada, puesto que acababa de repartirse la herencia de sus padres con sus cuatro hermanos.

En carta fechada el 8 de septiembre de 1777, Méndez volvió a pedir que se le ascendiese a brigadier, quejándose amargamente de ser el único de su promoción que todavía seguía siendo coronel. Y en otra carta, fechada el 24 de octubre y dirigida al conde de Ricla, se lamentaba de las falsas acusaciones vertidas en el manifiesto anónimo, y de la conjura de sus enemigos, señalando a sus compañeros de la Junta: el gobernador y el contador de Alicante.

En 1778, el secretario de Estado, conde de Floridablanca, ordenó la finalización definitiva de las obras en Nueva Tabarca, y en marzo del año siguiente destituyó provisionalmente como gobernador a Méndez, mandando que se realizase una visita a la isla y se le informase de su situación. La visita se llevó a efecto al mes siguiente y se emitieron tres informes: uno del ingeniero Gaspar Bernardo de Lara, otro del contador, y otro del propio Méndez, que fue rehabilitado en su cargo. El informe del primero se limitó a señalar las carencias de la isla, mientras que los informes del contador y de Méndez, aunque discrepaban en cuanto a la efectividad de las obras realizadas, coincidían en señalar la ociosidad de los isleños como causa de la mayor parte de sus desgracias.

Fernando Méndez, primer gobernador de Tabarca, falleció a las once de la mañana del 12 de noviembre de 1783.

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