Varias pantallas con un reloj que marcaba la cuenta atrás sirvió al alcalde, Gabriel Echávarri, para controlar que ningún edil sobrepasara los tres minutos en sus intervenciones durante los numerosos ruegos y preguntas llevadas al pleno por la oposición. El objetivo: evitar que los plenos se vuelvan interminables. Echávarri fue benevolente permitiendo, en algunas intervenciones, algunos segundos de más. No así con Fernando Sepulcre, al que recordó que, en el caso de mociones y declaraciones institucionales, los ediles no adscritos sólo disponen de un minuto y medio.