Una Plaza con el nombre Ramiro Muñoz. Por ahora es una rotonda. Y a él le hubiera gustada el clasicismo de «Glorieta»:

«Glorieta Ramiro Muñoz». ¡Joder lo que hubiera disfrutado con ironía!

Bueno, ahí está: una rotonda, un camino de ida y regreso, un camino sin final. Y al lado de «su» instituto: una lección de vida y debida para siempre; un anclaje en la memoria para la que, seguramente, fue la principal de sus muchas vocaciones. Ramiro, circular, infinito, zamorano de Alicante para siempre. Ramiro, cosa de amigos y amigas hoy y siempre. Ramiro en tránsito. Agridulce el horizonte se levanta el día del recuerdo. «Sonrisas y lágrimas» le hubiera dicho yo. Y él me hubiera respondido con cualquier barbaridad.