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La sequía en Alicante acaba con los pastos y sacude la caza

La falta de agua amenaza la actividad cinegética en una provincia con 40.000 cazadores que practican una afición que genera empleo y protege el ecosistema

La sequía acaba con los pastos y sacude la caza

La sequía, la más intensa y larga que se recuerda en la provincia de Alicante desde hace tres años, no sólo ha puesto en jaque al sector agrícola, sino que pone contra las cuerdas a la actividad cinegética, que mueve cerca de 60 millones de euros al año, al significar mucho más allá que un deporte que practican 40.000 cazadores. La falta de agua provoca la desaparición de especies y fuerza, incluso, a que muchos cazadores tengan que emigrar a otras comunidades para buscar piezas, y todo pese a que los propios socios de los cotos se preocupan, semana a semana, de dar de comer a los animales (caza menor) y protegerlos de los jabalíes.

La falta de lluvias tiene un gran impacto sobre la fauna cinegética, que depende mucho de la comida que les proporcionan los cultivos tradicionales (siembras, olivos, viñedo) y la vegetación natural de gramíneas, que no han criado nada. Se puede hablar de una auténtica catástrofe, e incluso algunas sociedades de cazadores han acordado no cazar perdices. En cambio, los arruís o los jabalíes, siguen en crecimiento. La población de conejo ha disminuido mucho en la sierras y zonas de secano, pero se mantiene en el regadío. La superficie de terreno cinegético en la provincia supera las 400.000 ha, el 67% del total, donde se localizan 369 cotos (8.000 puntos de agua para los animales).

Hasta el esfuerzo de los propios cazadores para mantener a los animales en los cotos se ha visto arruinado, como lo demuestra la pérdida de cerca de 800.000 kilos de grano que no han salido debido al fracaso de la cosecha por la falta de agua. «Es una situación preocupante pero no solo a corto plazo, sino también en el medio y el largo por el daño que hace la falta de agua al propio ecosistema. Si no hay plantas no hay comida para los animales y ahí tenemos también los daños a los cultivos de los animales que bajan a comer porque en la alta montaña no hay sustento», explica el alicantino Vicente Seguí, presidente de la Federación de Caza de la Comunidad Valenciana.

Pese a sus detractores, la actividad cinegética general una actividad económica importante en la provincia por los ingresos que genera. Desde los seguros a la restauración, pasando por el trabajo de veterinarios, armerías, los agricultores que trabajan en los cotos y la Administración encargada de expedir las licencias de caza o de armas, o todo aquello relacionados con el cuidado de los perros.

El perro de caza, considerado un compañero imprescindible para los cazadores, genera un impacto económico en proveedores de servicios o alimentos de 13,6 millones de euros al año y es una de las inversiones más importantes para sus dueños. Según un informe de la Federación de Caza, se estima que en la provincia de Alicante hay 48.000 perros de caza con un coste de entre los 50 y 3.000 euros, que deben estar vacunados, identificados y bien alimentados. También hay 66 rehalas de perros utilizadas en la caza mayor. Representan una inversión de 1,6 millones de euros, incluyendo los gastos de su puesta en marcha y mantenimiento anual, que ronda los 20.000 euros para cada una de ellas.

En cuanto a las capturas -386.000 de caza menor y 6.300 de mayor- alcanzaron en 2015 un valor global de casi 7,1 millones de euros. Las licencias de armas y federativas suman casi 900.000 euros. Por su parte las 16.000 licencias de caza, con armas, sin armas y para rehalas, supusieron a la Administración otros 224.000 euros de recaudación mientras que los seguros de Responsabilidad Civil asociados a cada licencia sumaron otros 642.000.

En armas y cartuchería los cazadores se gastan 2,9 millones de euros, que se suman a los 645.000 de los complementos textiles y otros accesorios necesarios para la práctica de la caza. Finalmente el sector de la automoción y de la energía obtienen unos 10,9 y 3,6 millones de euros, respectivamente.

A esto se unen los gastos de los cazadores en restauración.

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