Éramos unos críos. Nos juntábamos los amigos por las tardes, después del colegio, o los sábados por la mañana, y nos dedicábamos a recorrer las calles del barrio en busca de botellas de cristal abandonadas. Ya teníamos nuestros lugares estratégicos, normalmente cerca de algún bar o de la plaza de San Blas. Bolsa de plástico en mano, empezábamos a llenarla de tercios, quintos, alguna Coca-Cola, Fanta, Mirinda? Las más preciadas las de litro, que se pagaban más. Una vez completado nuestro botín, íbamos a la carrera hasta la tienda de ultramarinos más cercana, normalmente a la de Pina, a devolver los cascos y a hacer efectivo nuestro trabajo. No era mucho dinero, pero a nosotros nos valía para comprar pipas, chicles o algún tebeo. Mis hijas ya son mayores para proponérselo, pero me atrevo a sugerir a las familias que pueden ser los pequeños de cada casa los encargados de llevar a cabo la iniciativa del Consell y que sean ellos los que se encarguen de llevar hasta comercios y máquinas los envases para reciclarlos, y que esos diez céntimos por cada uno vayan directamente a sus huchas. Fomentar valores como el cuidado del medio ambiente y el ahorro siempre es una buena idea, y más entre los más jóvenes.