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Fríos, dispersos y patidifusos

Fríos, dispersos y patidifusos JOSE NAVARRO

¿Ustedes se imaginan un Debate sobre el Estado de la Nación sin que intervenga el presidente del Gobierno? Pues eso es lo que vimos ayer: un pleno convocado para analizar el estado de la ciudad tras año y medio de gobierno del tripartito sin que el alcalde tuviera a bien intervenir. Y no es que estuviera afónico, porque sí cogió el micro para marcar los tiempos, otorgando 7 minutos más de los 15 previstos en las intervenciones tras alargarse el portavoz de Compromís, Natxo Bellido, en su discurso. Y también habló al final, pero sólo para soltar la habitual «se levanta la sesión» y salir raudo por la puerta de atrás del Salón de Plenos dejando patidifusos a propios y extraños. Dado que sería demasiado grave pensar que Gabriel Echávarri no tiene nada que decir sobre la ciudad que dirige, sólo queda pensar que no considera que valga la pena explicar su gestión a los ciudadanos o que, simplemente, no se tomó en serio lo de ayer.

Ya desde primera hora se evidenció falta de confianza sobre el interés que iba a suscitar la sesión con la instalación de apenas una treintena de sillas para el público, algunas de las cuales estuvieron vacías en algunos momentos, y eso que la sesión en dos horas y media estuvo liquidada. No es que estos actos deban estar llenos de hooligans, pero uno espera que cada partido movilice a algunos de los suyos para aplaudir las intervenciones y dar algo de calor a la sesión. Ayer, nada. Un pleno ordinario tiene a veces más vida y, con frecuencia, más público. Excepto un par de miembros de Ciudadanos, incluida la futura concejala que entrará tras la marcha de Cifuentes que, entre el público, aplaudieron la intervención de su portavoz, el resto de intervenciones fueron acogidas con silencio en el Salón de Plenos, y eso que algunas tuvieron, si no un gran contenido, sí algo de gracia, ironía y una agresividad que en este tipo de sesiones suelen ir acompañadas de aplausos y muestras de apoyo, si es que hubiera habido alguien para apoyar.

Las intervenciones de los portavoces se mantuvieron dentro del guión previsto. Los grupos de la oposición aprovecharon para acusar una y otra vez al equipo de gobierno de falta de unidad, de descoordinación y de desconfianza interna, y el tripartito tampoco contribuyó mucho a dar otra imagen, ya que cada portavoz defendió el trabajo de los miembros de su grupo desaprovechando una gran oportunidad para escenificar algo de unidad, aunque fuera de cara a la galería. Por lo demás, lo de siempre, un abuso de frases hechas vacías de contenido, alusiones a la herencia recibida y acusaciones tan repetidas que aburren a los propios concejales, muchos de los cuales pasaron gran parte del pleno revisando sus móviles, cuando no directamente bostezando, como se pudo comprobar con la tránsfuga Nerea Belmonte, que pasó de los bostezos a defender como una fiera su derecho a seguir siendo concejala, llegando a afirmar que «cuando me desprecian, desprecian al pueblo alicantino» lo que provocó todo tipo de gestos en las caras del resto de concejales, que ya los quisieran para sí los creadores de los emoticonos de los móviles. Belmonte llegó a recitar un fragmento de una bachata del grupo Aventura: «No, no es amor, lo que tú sientes se llama obsesión», dirigido a Pavón que le pidió su dimisión protagonizando uno de los momentos más entretenidos del pleno, aunque no fue el único.

También despertó al personal el portavoz del PP, Luis Barcala, cuando interrumpió su discurso para acusar de falta de respeto a las concejalas socialistas Sofía Morales y Gloria Vara, que se levantaron mientras él hablaba. Vara justificó luego el abandono durante unos minutos de su escaño alegando que es vegana y que había tenido una necesidad imperiosa de ir al baño. También tuvo su momento la portavoz socialista, Eva Montesinos, cuando, durante su segunda intervención, mostró un trozo de hormigón de la piscina del Tossal, dijo, para evidenciar cómo se la habían encontrado de hecha polvo cuando llegaron al poder.

Con respecto al meollo de la cuestión, que es el estado de la ciudad tras año y medio de gobierno del tripartito,no es muy aventurado afirmar que, quien haya visto el pleno entero, a estas alturas está igual que estaba. Muchas frases hechas ya oídas mil veces antes: «Con nosotros se acaban los privilegios y se garantizan los derechos», «Todos los niños quieren luces en Navidad», «Alicante está de moda», «Ustedes tienen tres modelos de ciudad y no uno...». Y lanzamiento de afirmaciones y cifras de difícil, por no decir imposible, comprobación. O ¿quién le discute a Eva Montesinos que se hayan realizado 652 actuaciones en centros deportivos y 1.250 en colegios si como actuación vale hasta cambiar una bombilla?

Uno tiene tras el pleno la sensación de que ha asistido a un paripé sin más objetivo que salvar un trámite. Ni eso, si hablamos del alcalde. En todo caso, el pleno de ayer sirvió para crispar más las relaciones entre los grupos. De hecho, al finalizar la sesión, y mientras los ujieres iban retirando las sillas, se pudo ver al concejal de Cultura, Daniel Simón, discutiendo airado con miembros de Ciudadanos que habían criticado su gestión, y también hubo un encontronazo con Ciudadanos de la edil María José Espuch en un rincón del Salón de Plenos. Con todo, quien en ese momento concentró todos los comentarios fue el alcalde por una espantada que que ni los concejales de su propio partido ni sus socios de gobierno fueron capaces de explicar.

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