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Nicolás Sanz de Siria: «Abro la puerta cuando cocino, los mayores entran y tomamos vermú»

Vecinos mayores del edificio intergeneracional. PILAR CORTÉS

«Cuando mi marido estaba muy malito llamaba a Nico (el joven que vive puerta con puerta) por la noche y venía enseguida», recuerda Mari Ángeles del Río, cuyo esposo murió hace 11 meses. Con él llegó al edificio intergeneracional de plaza de América, en Alicante, inmueble de 72 viviendas de las que 56 están ocupadas por mayores y 16 por jóvenes. Esta iniciativa, que resuelve dos de los problemas de las personas de edad, la soledad y la accesibilidad, ha obtenido premios internacionales como el Naciones Unidas Hábitat. La semana pasada recibieron la visita de entidades sociales de Cardiff (Gales).

Gracias a sus vecinos («esto es como la serie «Aquí no hay quien viva», dice la conserje) Mari Ángeles no se encuentra tan sola. «Aquí me siento acompañada, en cuanto abres la puerta hay vecinos, muy agradables, y no lo cambiaría por nada». «Son pisos pequeñitos (de 40 metros cuadrados) pero están bien, una buena iniciativa para no estar solos», explica Fuensanta Martínez, de 83 años, que vive en el inmueble desde que se inauguró. «Si estuviera en un piso normal, estaría más sola. Aquí sale uno, entra el otro, hablamos, es como una corrala madrileña. Pero a la vez cada uno está en su casa».

Aunque los jóvenes suelen pasar fuera gran parte del día, en sus trabajos, ayudan a los mayores si lo necesitan y comparten juegos de cartas, lectura o gimnasia. Porque se comprometen a realizar una serie de horas semanales de labor social a cambio de residir en este bloque de apartamentos, cuyo alquiler es reducido (algo más de 200 euros mensuales). Nico, el que auxilió a Mari Ángeles, es Nicolás Sanz de Siria, de 31 años, que vive en el edificio desde que se inauguró, en 2008. «Ya los conozco a todos, y mientras cocino dejo la puerta abierta, entran, nos tomamos un vermú, les pongo música. Es una experiencia increíble, tendría que haber más edificios así, evita que se queden solos».

«La compañía quita miedos a la gente mayor. En cada planta hay algún joven, y comparten elementos comunes. Hay huertos para cultivar, aula de informática, de baile...Los jóvenes tienen la obligación de tener un contacto permanente que sirva de señal de aviso si los ven desganados», explica Gaspar Mayor, gerente del Patronato de Vivienda de Alicante. «Se evitan esos casos de vecinos que descubren a una persona mayor que lleva varios días muerta por el olor. Los mayores se sienten abuelos y los jóvenes, nietos. Hemos acertado».

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