Un baldeo, y justito, para las calles de Alicante. La lluvia que por fin volvió en la madrugada de ayer a la ciudad dejó, sin embargo, el pobre registro de 1,4 litros por metro cuadrado, los primeros de un mes de septiembre en el que lo normal es que el pluviómetro de Ciudad Jardín recoja sobre los cien litros por metro cuadrado, según la estadística de la Agencia Estatal de Meteorología. En Alicante, apenas se han recogido tres litros por metro cuadrado en cuatro meses.

Tres años de sequía han terminado cambiando hasta el paisaje de una ciudad, la capital de la provincia, que, a vista de pájaro desde el castillo de Santa Bárbara, va camino de convertirse en la postal de una ciudad más propia del desierto de Atacama, donde llueve un poquito menos que en Alicante.

El anticiclón que se instaló sobre Alicante a finales del pasado octubre de 2015 y que la ha dejado prácticamente sin precipitaciones, ha agudizado el proceso de desertización que sufre la provincia, la más amenazada del sur de Europa junto a Murcia y Almería. La provincia pasa ya por el tercer año consecutivo de sequía, una circunstancia que puede pasar una factura ambiental sin precedentes, según los expertos.

La última vez que la provincia vivió una secuencia tan seca y prolongada como la actual se vivió en 1994, un año de extrema sequía en Alicante. Un informe del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sobre el avance de la desertificación en España advierte de que la sequía ha provocado ya que el 20% del territorio español se encuentre afectado por la desertificación, un proceso que acaba con la fertilidad del suelo, algo previo a la desertización, término que define al proceso en el que desaparece la población. En Alicante, la situación, directamente relacionada con la falta de humedad del suelo, afecta a más de 90.000 hectáreas, un 40% del suelo fértil, concentrado en las comarca del Alto y Medio Vinalopó, Marina Baixa e interior de l´Alacantí. En total, más 90.000 hectáreas, un tercio de la superficie de la provincia.

Según los investigadores del CSIC, los primeros modelos de simulación implementados revelan que los cultivos herbáceos afectados por la erosión constituyen el paisaje más proclive a secarse. Además, en cada uso del suelo considerado, los factores dominantes son los climáticos.