La preparación y la profesionalidad de los agentes de la Guardia Civil se puso de manifiesto la pasada noche. La disposición por auxiliar y evacuar a las personas afectadas logró eludir el agotamiento y la extenuación de los hombres y mujeres que, a pesar de las altísimas temperaturas y el humo que dificultaban la respiración, trabajaron incansablemente para evitar daños personales.

La Comandancia de la Guardia Civil de Alicante ha plasmado en una crónica la labor de los agentes durante las primeras y angustiosas horas del incendio. «A las tres de la tarde del domingo, agentes del Grupo de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil desarrollaban su servicio habitual en La Vila Joiosa. A esa misma hora, comenzaba el incendio de BenitatxellBenitatxell. En un primer momento parecía incluso controlado y casi extinguido. Nada más lejos de la realidad. El imprevisible viento reavivó las llamas, esta vez con más fuerza y en dirección a zonas pobladas. Ya eran las ocho de la tarde y los miembros del GRS lejos de terminar su jornada, se desplazaron inmediatamente para apoyar a las numerosas patrullas de la Guardia Civil que ya se encontraban desplegadas por el incendio.

Las llamas estaban cerca, y se hacía necesario desalojar a las personas de sus viviendas. Los hombres, más de 20, se dividieron en dos patrullas para desalojar las partidas de Calistro y Pino Sol, junto a agentes del Puesto que conocían la zona. El desalojo comenzó con avisos luminosos y acústicos, mediante la megafonía de los vehículos, pero la gravedad del incendio obligaba a los agentes a ir puerta por puerta sacando a los vecinos de sus casas. El ambiente era irrespirable. El calor de las llamas y el humo obligaban a los agentes a ir con mascarillas, los uniformes se empapaban del sudor y la deshidratación era otra de las preocupaciones en esos momentos.

Además, en muchas casas había que convencer a sus moradores del peligro que corrían. Muchos no podían creerse que aquello estuviera pasando. Se resistían a dejar atrás todas sus pertenencias, a merced de las llamas. Con una labor, digna de los mejores psicólogos, los guardias civiles fueron convenciendo a todos que era mejor perder lo material, que perder la vida. Algunas de estas conversaciones estaban iluminadas por las llamas, que se encontraban ya a muy pocos metros, sin embargo la paciencia y la empatía de los agentes era infinita. Tan grande era, que servía de desahogo de algunos vecinos. Uno de ellos, inglés de 93 años de edad, entró en estado de shock. La ansiedad provocada por el nerviosismo de la situación, hizo que se volviera violento y agrediera a todas las personas que había a su alrededor.

Los agentes, que comprendían perfectamente el estado de nervios en el que se encontraba, lograron calmarle, no sin encajar algunos golpes antes, y finalmente pudieron desalojarle del chalet donde se encontraba y ponerle a salvo. En otra ocasión, un vecino alertó a los agentes de la presencia de unos niños en una casa cercana. Al llegar la escena era dramática. Dentro, dos personas mayores, de nacionalidad inglesa, tenían a su cargo a cinco niños. Estaban con la luz apagada, asustados, sin saber qué hacer, pues las llamas se acercaban y no disponían de vehículo. Al llegar la benemérita, la preocupación dejó paso al alivio y el agradecimiento. Los agentes cogieron a los niños en brazos y los subieron, junto a los dos ancianos, al vehículo oficial: estaban a salvo. A pesar de que el humo dificultaba la evacuación».