Como si se tratara de un reclamo turístico más de la ciudad, la esquina que forman las calles Miguel Soler y San Nicolás, justo a espaldas de la Concatedral, se ha convertido en un nuevo punto concurrido de Alicante. Lo es, sobre todo, cuando cae la noche y las ratas que habitan en un edificio abandonado del entorno salen a buscar comida y agua en unos contenedores que se retiran durante el día para evitar lo, por ahora, inevitable. La imagen de expectación se pudo ver, sin ir más lejos, la noche de este pasado sábado, cuando cientos de personas disfrutaban de la gastronomía y del ocio en el Casco Antiguo.

Mientras a escasos metros, las mesas ubicadas en la calle Mayor y en la plaza Abad Penalva estaban repletas de alicantinos y turistas que disfrutaban de una cena aún con sabor a verano, las polémicas ratas campaban a sus anchas por una esquina que estos días, a buen seguro, ha sido más fotografiada que muchos reclamos más promocionados de Alicante.

El simple hecho de plantarse unos minutos en el Alicante más tradicional bastaba para escuchar comentarios de todo tipo -la mayoría mezclaban sorpresa y repulsión- y observar reacciones diversas -aunque los viandantes que detectaron las ratas (otros caminaban casi entre ellas sin reparar en su presencia ante la oscuridad de la zona) solían coincidir en la huida a toda prisa de una esquina situada en pleno Casco Antiguo, a espaldas de la Concatedral.

También era fácil detectar la presencia de un tercer grupo, aquellos que admitían, en conversaciones privadas, que iban al controvertido punto a ver en primera persona «lo que cuentan los periódicos». Algunos, incluso, se quedaron perplejos: la realidad superaba lo que podían imaginar.