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¿Temporada prestada o burbuja turística?

La Costa Blanca vive uno de los mejores años de su historia gracias a un aluvión de visitantes

La Costa Blanca vive uno de los mejores años de su historia

Todavía queda un mes de temporada alta, en septiembre el aeropuerto de Alicante-Elche volverá a batir récords (lo lleva haciendo prácticamente mes a mes desde hace un año) y los hoteles colgarán muchas jornadas el cartel de completo. Son las señales evidentes de que 2016 va a pasar a la historia como el mejor año turístico para la Costa Blanca, donde por no fallar no han fallado ni los turistas españoles, esos que son clave en julio y agosto por su nivel de gasto, pero que este verano habían pasado casi a un segundo plano por el «boom» del turismo extranjero. Ese que ha reforzado la posición de la franja litoral de la provincia como un destino refugio en Europa debido a la inestabilidad social y política que ha hundido mercados rivales en el segmento de sol y playa como Turquía o Túnez.

Aunque haya empresarios y analistas a los que no les guste nada tener presente esta coyuntura, lo cierto es que ese casi 25% de crecimiento que experimenta la ocupación turística este año, y con ello la facturación del sector, se debe, principalmente, a la debilidad de los destinos rivales. Algo que no va durar siempre y que, de no reaccionar, puede pillar a la provincia sin hacer los deberes y, por lo tanto, volver a un posición de debilidad. De momento, por ejemplo, nadie parece ser consciente realmente de la repercusión económica que puede tener para la provincia la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

Cuatro millones de turistas británicos eligen todos los años la provincia para su descanso. y además de escogerla por su proximidad (a menos de tres horas de avión), y porque el sector ha sabido recrear en la provincia el modelo de ocio y social de los ingleses, pero con 20 grados de temperatura media todo el año, los británicos han venido, vienen y vendrán por el precio ajustado a los bolsillos de un turista de perfil económico medio bajo.

De momento, nadie parece admitirlo (los primeros ellos) pero la más que previsible bajada del valor de la libra esterlina el año que viene puede resultar letal para un sector que sigue sin encontrar un mercado alternativo a los ingleses porque, sencillamente, no existe. Ni en número ni en fidelidad y el modelo hotelero de ciudades como Benidorm se basa, precisamente, en ser rentable a base de tener grandes ocupaciones, porque son pocos los empresarios que se atreven a subir precios o a trabajar sin tour operadores. Los hay, cierto, y brillantes, pero son la excepción en el conjunto del sector turístico alicantino.

Y si el «Brexit» amenaza como una espada de Damocles a uno de los grandes motores económicos de la provincia, no lo es menos la falta de infraestructuras. Este año los turistas hubieran llegado a nuestras playas hasta andando. Algo que no impide volver a denunciar la parálisis que sufren proyectos básicos. Afortunadamente y aunque algún día llegará la factura económica, el suministro de agua para el consumo urbano parece asegurado y son historia los cortes de luz en pleno agosto, pero sigue habiendo temas por resolver que nadie quiere asumir, o a los que la crisis económica se ha llevado por delante. El aeropuerto de Alicante-Elche continúa a la cola del Mediterráneo en sus conexiones con el resto de la provincia (tren y carretera), la franja litoral está más que descuidada (la desaparición de los espigones de la Albufereta sirve de ejemplo de la indolencia de la Administración). Que en la capital de la provincia, Alicante, corran las ratas por el casco histórico, ni les cuento, que llevemos 20 años esperando que la autovía de Madrid se convierta en autovía entre Alicante y Villena es impresentable, lo del tren de la Costa para que volver a mencionarlo y, como colofón, el trato que ofrecemos a los visitantes sigue siendo mejorable. Que, por ejemplo, haya restaurantes, los menos afortunadamente aunque los hay, en los que hasta se increpe al cliente debería representar su cierre inmediato en una provincia turística, y para ello no hace falta una ley de hospitalidad, sino sentido común y firmeza. Asignaturas pendientes que se han tapado este año con el aluvión prestado de visitantes que cuando Turquía y Túnez vuelvan a la Liga darán, posiblemente, la espalda a una Costa Blanca que quizá, y sin darse cuenta, esté viviendo su propia «burbuja turística».

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