Lucía ha envasado su ropa al vacío, abrigo incluido, para poder llevarse una maleta que no supere los 23 kilos. Elena, directamente, se deja los abrigos en Elda, no le queda otra que comprarse algo en Canadá. Y Josep tiene que renunciar a su afición favorita, tocar la batería, no podía pensar en llevársela tampoco.

Son tres de los jóvenes alicantinos que han superado las pruebas de la Fundación Amancio Ortega, entre otros 8.000 estudiantes de toda España, para cosenguir alguna de las 250 becas que otorga la citada sociedad para estudiar todo el primero de Bachillerato en Canadá y otras 250 en EE UU.

«La pruebas las hicimos en cuarto de ESO pero la nota final que contaba era la que sacamos en tercero. Piden más de un 8 en inglés y más de un 7 en la media del resto de asignaturas. También tenían en cuenta la renta porque pagan la estancia completa con una familia, los estudios y traslados». Elena Tena González se va emocionada. Sabe que en todo el curso no va a poder abrazar a su familia, deja a su hermnao de 11 años en casa y solo contactará por skipe, pero cree que le va a merecer mucho la pena.

Enganchados al skipe

Para Elena es su primera salida formal al extranjero. Sólo ha estado en París unos días y ahora, de golpe, 10 meses en Terranova. «Lo que más me atrae de la experiencia es que todo es muy diferente y conoceré otras costumbres», aunque lo de la comida no le entusiasma tanto «porque me han dicho que no es de lo mejor».

Con los 100 euros al mes de extra que reciben para sus gastos confía en arreglarse «porque voy a casa de unos señores cuyos hijos ya se han ido de casa y la madre de familia dice que le gusta cocinar, aunque hay que acostumbrarse a todo», vaticina.

Vértigo

Josep Mas García pasó muchos nervios en las pruebas. «Hacía bastante calor y yo tenía frío» -recuerda-. Piensa que en la entrevista había preguntas «que iban a pillarte», porque le pusieron en la tesitura de vivir con una familia musulmana donde se usa el burka. «Obviamente dije que me daba igual, hay que adaptarse», comenta.

Hasta hace muy poco integraba la Orquesta de Jóvenes de Alicante, estudia cuarto curso de Percusión en el Conservatorio Profesional de Música y ha sido el batería en un grupo de amigos, además de actuar en el Instituto Luis Berlanga de Sant Joan. Va a ser de los más duro para él, aparcar su afición favorita, hasta el punto de que tiene dudas sobre a dónde dirigir su futuro profesional, si a la múscia o a las ciencias.

Lo va a pensar este año durante su estancia en Oregón, a una hora del mar, dice, y con un poquito de vértigo aunque siempre le ha gustado «salir y conocer gente». La casa que le acoge es de familia numerosa, con él serán cuatro chicos e irá a clase con el mayor de ellos, de su misma edad, 16. «No soy persona de emocionarme mucho -confiesa-, no he llegado a llorar, pero me alegré mucho por la beca, sí».

Morriña

A Lucía Isidro Pérez le ha tocado un pequeño pueblo de la provincia de British Columbia «del tamaño de Mutxamel», calcula. Va a una casa «bastante grande, de nativos de Canadá, con jardín detrás que da a un bosque, en la isla de Vancouver», e irá a clase andando, a 15 minutos.

Le cuesta creer que pasará el curso fuera, especialmente sin su hermana pequeña, «se hace la valiente pero le va a dar morriña», sonríe. La maleta le ha costado sobre manera y lo de los horarios cree que lo va a llevar mal, porque a las 17:30 horas ya están cenando allí. No obstante espera cambiar sus patines de ruedas por los de hielo y aprender mucho, mucho, porque quiere ser «política».