Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La sequía ralentiza la recuperación de los montes quemados en la provincia

La ausencia de lluvia dificulta la restauración de las zonas arrasadas por el fuego

La sequía ralentiza la recuperación de los montes quemados en la provincia juani ruz

Las más de 3.000 hectáreas de monte arrasadas por los incendios ocurridos en la provincia en los últimos años se recuperan lentamente y la sequía no ayuda. Cuatro años después de la tragedia de La Torre de les Maçanes, Penáguila y Benifallim (con 600 hectáreas quemadas y dos fallecidos) y de la zona de Serelles en el parque natural de Mariola (573 hectáreas); dos años después del incendio en el Montgó (440 hectáreas) y uno desde el de la Vall d'Ebo y Pego (1.700 hectáreas), la vida vegetal vuelve, en mayor o menor medida, a estas y otras zonas devastadas por el fuego. Sin embargo, la regeneración es lenta y todavía lo es más por la falta de lluvias. La hierba, los arbustos y algún pino incipiente se dejan ver en algunos montes afectados, pero pasarán décadas, según los expertos, para que vuelvan a tener el aspecto que tuvieron.

«Los años secos, como éste, retrasan el crecimiento de la vegetación y, por tanto, la recuperación forestal en los montes», explica el catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante y director del Laboratorio de Climatología, Jorge Olcina. Este experto explica que el periodo de regeneración de un monte mediterráneo quemado es de 15 años para recuperar el estrato arbustivo y de al menos 30 años para el arbóreo. Por ejemplo, cita el incendio de Mariola de 1994 y apunta que la zona presenta «un grado de recuperación del pinar muy alto», a diferencia de otros espacios incendiados en los últimos años, donde la sequía está ralentizando el proceso.

En los últimos diez años, desde la Generalitat, a través de la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente, han realizado decenas de intervenciones para la reforestación de montes afectados por incendios, plagas o la erosión a lo largo de toda la provincia y en una superficie global de 17.362 hectáreas. En los últimos cinco años, sin embargo, no se han realizado actuaciones, salvo una en la Vega Baja por los estragos causados por la plaga de tomicus (escarabajo perforador del pino).

En el caso de la superficie afectada por los incendios, los expertos consultados se muestran reacios a las grandes intervenciones de reforestación y abogan por una recuperación natural de los espacios calcinados. «Creo que cuando un monte se quema hay que dejar que la vegetación mediterránea vaya recuperándose por sí misma, sin necesidad de llevar a cabo repoblaciones que son siempre costosas y que, en ocasiones, se hacen con especies poco adaptadas a las condiciones climáticas de nuestro territorio», opina Olcina. Aludiendo a los efectos de la sequía, agrega que «las repoblaciones forestales en nuestra zona no tienen casi nunca los efectos esperados porque la elevada frecuencia de años secos termina por matar, muchas veces, los pimpollos de pinos o los brotes de otras especies, porque se secan».

«Están faltando las lluvias de invierno y eso retrasa el crecimiento de la vegetación», coincide el profesor y biólogo Carles Mansanet, quien advierte de que, además, la sequía provoca «un decaimiento de la masa forestal» que la hace más susceptible ante el fuego y las plagas. Sobre algunas de las zonas arrasadas por el fuego hace cuatro años, como La Torre de les Maçanes y Benifallim, explica que en las áreas de umbría ya se están recuperando especies como el romero, el tomillo, la aliaga, el enebro o las carrascas de forma natural y en algunos puntos han crecido pinos que miden unos 30 centímetros. Aún así, incide en que la sequía está ralentizando el proceso, sobre todo en las zonas de solana como, por ejemplo, la de Mariola. «Como mínimo pasarán 20 años para alcanzar la situación anterior» en estas zonas, considera Mansanet.

Este biólogo cuestiona algunas de las actuaciones realizadas en las zonas quemadas de Mariola y La Torre de las Maçanes tras los incendios. En concreto, lamenta que «se extrajera inmediatamente la madera con maquinaria pesada» porque, esgrime, hacerlo agrava la erosión del terreno. Ese es el principal riesgo después de un incendio, como coinciden al apuntar los expertos consultados.

Tras un incendio «el suelo queda 'desnudo' durante demasiado tiempo, quedando expuesto a la más grave de las agresiones, la escorrentía y la erosión posterior», indica el psicólogo y jefe de una unidad de Bomberos Forestal de la Generalitat, Jaime Senabre, con 19 años de experiencia en incendios forestales. Senabre sostiene que «la regeneración natural en nuestra provincia es muy lenta, sobre todo por los factores ambientales, la orografía y la reincidencia en las áreas afectadas». No obstante, considera que para llevar a cabo proyectos de repoblación «conviene estudiar cada caso» en profundidad. Senabre detalla que, tras un incendio, durante los tres primeros meses predomina el suelo desnudo y las cenizas, en los tres años siguientes «las herbáceas y las especies leñosas» y a los diez años la «cobertura vegetal puede llegar al 98%».

Otra cuestión es la evolución del arbolado. «La mayoría de árboles y arbustos mediterráneos rebrota, a excepción del pino carrasco», explica el profesor de botánica de la Universidad de Alicante y director del jardín botánico Torretes de Ibi, Segundo Ríos, quien detalla que en los pinos mueren en el incendio y dispersan los piñones a través de las piñas. Una de las primeras plantas en crecer en algunas de las zonas arrasadas es el esparto y ello «favorece la regeneración de otras plantas», sostiene Ríos, al tiempo que apunta que otras especies mediterráneas como el tomillo o el espliego crecen más rápido que los pinos.

«El único desastre que es irreversible es la pérdida del suelo», coincide este experto. En cuanto a los procesos de reforestación, también aboga por la recuperación natural y con especies autóctonas. «A veces una reforestación a gran escala es una pérdida de tiempo y dinero» si no se hace en el momento adecuado, opina Ríos. No obstante, matiza que en zonas de gran valor ecológico puede ser una buena medida. En cualquier caso, considera que «no hay que actuar con precipitación» y que, aún dejando a los montes recuperarse naturalmente, hay que realizar un seguimiento para comprobar que la cubierta vegetal se recupera y hacer actuaciones puntuales en las escorrentías, para salvaguardar el suelo de la erosión en caso de lluvias torrenciales.

Compartir el artículo

stats