Una educación de dos velocidades en el mejor de los casos y una enseñanza de taifas con consecuencias impredecibles en el peor. En la Comunidad Valenciana y en la provincia, los centros de enseñanza pública bien gestionados y con personal motivado suplen la falta de programación de la Generalitat con voluntad para evitar que sus alumnos pierdan el tren de la sociedad de la información. Pero, en el otro lado, los institutos y colegios menos adaptados y con profesionales incapaces de implementar novedades en el sistema clásico de pizarra, libro y móvil en silencio perpetúan métodos del siglo XX en plena era digital. Más de 1.700 centros de públicos de enseñanza primaria y secundaria se enfrentándose a los retos educativos de la actualidad sin más recursos que el sentido común de su comunidad educativa. Porque en este 2016-2017, la conselleria de Educación va a continuar la línea de inacción que mantenía con el PP. La cartera de Marzà no ha desarrollado ningún plan de digitalización que guíe a los maestros en las nuevas maneras de educar.

«Aquí cada centro hace la guerra por su cuenta. Entendemos que no haya dinero para financiar tecnología, pero es vergonzoso que no haya un plan, unas directrices generales, sobre cómo usar esas herramientas en la educación», lamenta Raúl Alós, presidente de la federación de asociaciones de padres de alumnos alicantina Enric Valor. Esta falta de planificación provoca que en el mismo espacio-tiempo haya clases magistrales en aulas con proyectores sin estrenar y maestros capaces de enseñar el Siglo de Oro con videojuegos que no tienen manera de hacerlo. Analizamos las causas.

Diez años probando

Aunque la ley de Educación de 2006 ya señalaba el potencial educativo de las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación), la región valenciana sólo ha sido capaz de articular programas de tipo experimental en esta última década. Se trata de dos planes piloto de digitalización, uno para fomentar el aula digital y otro para sustituir libros de texto por tablets, que han sido de adscripción voluntaria. El número de colegios e institutos adheridos no supera el centenar dentro de una red de 1.700 centros, según el Diari Oficial de la Generalitat.

El primero de ellos fue impulsado por el polémico conseller del PP Alejandro Font de Mora en el curso 2010-2011. Denominado Centros Educativos Inteligentes, el proyecto supuso un desembarco tecnológico de gran calibre en un pequeño grupo de colegios e institutos seleccionados. Fue la respuesta del PP regional al Plan Escuela 2.0 del gobierno de Zapatero, que apostaba por subvencionar portátiles para alumnos y profesores a gran escala. El plan del PSOE fue rechazado por el alto cargo de la Generalitat, quien alegó que los ordenadores podrían «causar miopía» a los estudiantes. La maniobra indignó a docentes y oftalmólogos.

La segunda y última apuesta por la enseñanza digital fue el programa piloto de fomento de libros de texto en tabletas, lanzado por la consellera María José Catalá en 2013. Curiosamente, el texto en el Diari Oficial de la Generalitat que firmó la sustituta de Font de Mora destaca como una de las virtudes de estos ordenadores tableta que «permiten ampliar o reducir las letras».

El cambio de gobierno en 2015 trajo continuismo: Vicent Marzà no ha impulsado ningún programa nuevo al margen de estos experimentos de corto alcance del PP.

Ginés Pérez es director del Colegio Fabraquer de El Campello, uno de los 17 centros inteligentes de la Comunidad y portavoz de la Permanente de Directores de Infantil y Primaria de la provincia. Cuenta que gracias al primer programa dispone de «ordenador, pizarra digital y proyector» en cada clase y un aula de informática nueva. En total hay unos «300 ó 400 ordenadores en el colegio» cuyo uso ,sin embargo, «depende mucho de las ganas de los profesores».

Salvo las excepciones de los experimentos, la inmensa mayoría de los centros alicantinos han ido adquiriendo su tecnología sin más exigencia que la de su propia comunidad escolar.

El portavoz de la Fapa Enric Valor explica que «aunque se perdió el tren del plan Escuela 2.0, los centros han comprado tecnología por su cuenta y riesgo, la mayoría de las veces con el remanente de los bancos de libros y del banco de comedor». Con buena gestión y aportaciones a cuentagotas de la Conselleria -«reponen y compran equipos cuando el centro lo solicita, pero en número escaso», apunta un miembro alicantino de la Asociación de Profesores de Informática de la Comunidad Valenciana-, se ha logrado que los estudiantes de la enseñanza pública toquen a 4,5 alumnos por ordenador en clase en el curso 2013-2014. Pero en el resto del país, según la estadística del Ministerio de Educación, la media está en 2,8.

Avanzar sin mapa

Mientras la Conselleria se limita a prorrogar experimentos heredados del PP, el alumno fía su educación digital «a la voluntad de los centros», en palabras del presidente de la FAPA Gabriel Miró, Ramón López. Sin directrices que recomienden como combinar herramientas digitales y analógicas, sin una librería de aplicaciones y publicaciones supervisada por los técnicos, sin un marco general para mejorar el aprendizaje en la era de internet, y, como reseñan padres y directores, sin un programa de formación y reciclaje claro y obligatorio para los maestros, el caos está servido. Este año un joven valenciano puede caer tanto en un centro donde se enseña geometría con proyector y apps para el móvil como en aulas donde el cañón tiene tanto polvo como el borrador de la pizarra.

«El panorama es que tienes colegios en una punta de la Comunidad que están completamente al día porque los profesores han sabido utilizar el hardware con software y pedagogías adecuadas y colegios en la otra punta donde sus alumnos salen de la primaria sin haber tocado un ordenador», afirma Alós.

Dado que la única línea común son las recomendaciones de uso de tecnología que contiene el currículo de cada asignatura -«indica cuándo un trabajo se puede presentar en varios formatos, en folio o en Word, por ejemplo, pero sin obligar a nada», aclara el profesor ilicitano-, en el sistema conviven varios estilos. Por ejemplo, en el colegio Fabraquer de El Campello, adherido al programa centros inteligentes, Pérez cuenta cómo sus alumnos de primaria combinan pizarras digitales con libretas mientras compaginan libros de texto para asignaturas troncales con libros en soporte digital para las ciencias naturales y sociales. A la vez, en Torrevieja, el colegio Nuestra Señora del Rosario ha abandonado el programa de tabletas para primaria por la falta de materiales editoriales y por la escasa preparación de los profesores.

Los recortes en Educación y la congelación del empleo público tienen mucho que ver con esta situación, según la comunidad educativa. «Tenemos un 80% de profesores que estudiaron en el siglo XX y que están dando clase a alumnos del siglo XXI con competencias digitales de casa. Muchos no saben, y otros no quieren, pasar de la figura antiguo del maestro de la República que lo sabía todo a la del profesor actual que debe ser más un guía que les enseñe a encontrar conocimientos en la red», resume Ramón López.