Solo hay una cosa que llama la atención a alguna bañista sobre las mujeres musulmanas que con sus familias frecuentan algunas playas de la provincia de Alicante, sobre todo El Postiguet. Que se vayan con la ropa empapada cuando recogen los cubos y flotadores de sus niños, y demás utensilios playeros. Por lo demás, el verlas meterse en el mar vestidas no es curiosidad en unas playas donde, desde hace muchos años, es habitual su presencia: en sus paseos por la orilla se cruzan con chicas en bikini, trikini y topless y con hombres en bañador con toda normalidad en un litoral cosmopolita desde hace décadas por el gran número de turistas extranjeros que comparten arena y mar con los alicantinos.

Todo lo contrario de lo que le pasó a Esther Rabeth en una piscina pública de Valencia, donde estrenaba su burkini. El socorrista le llamó la atención y le comunicó «que no podía bañarme vestida, que me habían visto por las cámaras de seguridad y le habían avisado desde la dirección para que saliera del agua. Al parecer, se habían quejado algunos usuarios».

En Alicante, en cambio, los socorristas de las playas son testigos de la normalidad reinante en las playas cada día del verano, donde cada uno se baña como quiere. Las musulmanas lo hacen con sus vestidos largos o pantalones, pero también se bañan con ropa de calle familias gitanas, ellas y ellos, tanto en la playa urbana como en la Almadraba, que tanto frecuentan; y turistas orientales se meten también vestidos en la playa de San Juan. Solo Urbanova es una excepción de la variedad textil en el baño al ser más frecuentada por los vecinos de la zona, en su mayoría españoles. Tampoco es raro ver a nórdicas meterse en el agua con sujetadores de ropa interior y a niños de estos países bañarse con camisetas o vestidos para no quemarse.

Lo que parece que aún no ha llegado a nuestras playas es el burkini, una prenda que no cubre el rostro y que habitualmente está confeccionada de un material similar al neopreno o al poliéster, que suelen utilizar mujeres musulmanas. No es nueva porque se creó en 2003 pero ha saltado este verano al primer plano de la actualidad al ser vetada en algunas playas francesas, en concreto en la Riviera, así como en la isla de Córcega. La prenda nació en Australia, creada por una diseñadora de origen libanés. Al mes de salir al mercado, a unos 90 euros, se habían vendido 9.000 unidades. A día de hoy, grandes cadenas de moda textil como Marks & Spencer lo venden a través de su página web, a un precio de 49,50 libras esterlinas, alrededor de unos 63 euros. Y hay una empresa de Holanda, que vende esta prenda por internet, a 137 euros. Los importa desde Australia y los distribuye en Europa y el norte de África.

Ni los socorristas que prestan el servicio de salvamento en las playas ni la Policía Local que las recorre a pie de arena han reparado en la presencia de mujeres con el burkini en las playas alicantinas, al menos hasta el momento. Desde la Concejalía de Seguridad aseguraron no tener constancia del uso de esta prenda en las playas alicantinas. En parques acuáticos de la provincia como Aqualandia no hay ningún problema para el acceso de mujeres con burkini, al ser una confección apta para el baño, aunque en los toboganes avisan que el neopreno frenaría su caída.