Nadie en el sector de las ciudades inteligentes duda que en unos años todo el espacio y los servicios comunes van a estar conectados a los usuarios gracias a las apps, ya estén instaladas en el móvil o en otros dispositivos. Desarrolladores como Ángel Hernández, responsable de operaciones de la start-up Wazypark, cree que la iniciativa privada va por delante de la pública en la conexión del espacio con la gente. «Quizá se centran en instalar hardware cuando la solución va más por el software», apunta, enfrentando los costosos sensores para tráfico y plazas de parking a la cooperación gratuita de los usuarios. Cree que esta manera de transmitir información sobre la ciudad -plazas de párking
libres en el caso de su app-es mucho más barata y rápida que las otras opciones.
La unión de la economía colaborativa y la cultura de datos abiertos genera enormes cantidades de información que ya es aprovechada para generar nuevas aplicaciones. Andrés Montoyo señala que aplicaciones como SmartUA permiten conocer el consumo wifi o de red eléctrica en una ciudad -en el campus universitario en este caso- en tiempo real. «Se generan datos que además son aprovechados por otros usuarios. ¿Quién sabe si con esa información a alguien se le ocurre una idea de negocio?», se pregunta el director de la Politécnica.
El teléfono se convierte en el receptor que compartirá información del espacio y las apps organizarán esos datos en un formato manejable.
