La fiebre desencadenada por el Pokémon Go está dejando anécdotas que revelan de lo que es capaz la gente por sumar puntos capturando a estas virtuales criaturas. Testigos de esta locura son los taxistas, que ya se han acostumbrado a redoblar la atención ante tanto peatón absorto en la pantalla del móvil. «Los ves que cruzan la calle sin mirar, son un auténtico peligro», señala Felix Torres. Y hasta en el taxi de Antonio Roda subieron una madre y su hijo «que se dedicaron toda la carrera a cazar Pokémons, ante mi asombro».

Son las 13 horas y el sol calienta con justicia en la zona de acceso a la Volvo, lo que no es un obstáculo para que cinco chicos de unos 14 años pongan todo su empeño en cazar Pokémons. Pero las escurridizas criaturas que tanto furor están causando este verano no estaban dispuestas a ponérselo fácil y se subieron al muro que hay junto al hotel Porta Maris. Los chicos no se lo pensaron dos veces y se encaramaron a la tapia tras ellas, sin percatarse de que la Policía Portuaria les estaba observando y rápidamente les instó a que bajaran. «Hay veces que cuesta mucho cogerlos, como en este caso, o cuando aparecen en el agua», lamentaba ayer uno de estos chicos.

En las redes sociales es fácil encontrar guías y sugerencias de la gente con las zonas de Alicante más idóneas para cazar Pokémons y dónde se esconden las criaturas de mayor valor. En uno de estos grupos ya se ha organizado una «pokedada» el próximo domingo en la plaza del Ayuntamiento.

Uno de los puntos más destacados es el monumento a Canalejas, donde al caer la tarde decenas de chicos y chicas se juntan para «ir de cacería». Y es que en esta zona de la ciudad «se concentran cuatro "pokeparadas", lugares en los que coger elementos que te ayudan a capturar Pokémons», señala María, camarera en un restaurante de la Explanada, quien además se confiesa aficionada a este juego. A sus 29 años, asegura que lo que más le engancha de «es que nunca sabes qué te vas a encontrar y además tienes que ir moviéndote» y cree que no es cuestión de edad, «porque el cocinero tiene más de 50 años y también está enganchado».

El afán por cazar a estas criaturas está llevando a que, por ejemplo, un abuelo junto a su nieto se presentaran la otra noche en el cuartel de Rabasa pidiendo permiso a los militares que hacían guardia para que les permitieran entrar a cazar un Pokémon que estaba allí escondido.

«Los hay muy locos. Tenemos un amigo que el otro día hizo parar a su hermana en medio de una rotonda porque había un Pokémon allí», explicaban José y Antonio, dos amigos de Elche que ayer paseaban por la Explanada. En este céntrico paseo de la ciudad ya se han acostumbrado al trasiego de jóvenes que van de caza y en un bar cercano al Ayuntamiento, contaban ayer, que había gente que se les metía dentro porque al parecer tenían como «huésped» del local a una de estas extrañas y valiosas criaturas.

Desde la consultas de los pediatras, profesionales como Antonio Redondo alertan del peligro de adicción que tiene este juego «por el elemento de competición que encierra». Y aunque por vez primera un videojuego ha hecho que los niños se levanten del sofá y salgan a la calle, «lo hacen totalmente aislados, sin relacionarse con sus amigos ni comunicarse con el entorno».

Quedadas en la provincia

En el resto de la provincia también se repiten las escenas de grupos de niños y jóvenes que se lanzan a la calle en busca de pokémons. Y cada población tiene sus «puntos álgidos», generalmente en zonas céntricas como La Glorieta de ElcheElche o la plaza del Carmen en OrihuelaOrihuela. No obstante, en Torrevieja uno de los destinos que llama la atención es el del faro, que ha visto, gracias al juego, cómo se dispara el número de visitantes a esta zona, a dos kilómetros del casco urbano. En Benidorm Benidormhay concentraciones en parques temáticos para enseñar técnicas sobre cómo cazarlos, aunque la playa también sirve de «coto de caza» para estas criaturas.