Menos bañistas saliendo del agua doloridos, buscando a los socorristas y acudiendo a los dispensarios de las playas alicantinas porque les haya picado una medusa, y menos niños entre lágrimas mostrando las marcas de los tentáculos. Este año han disminuido estos episodios, de hecho aún no se ha desplegado la bandera de medusas este verano en los arenales alicantinos, ni bandera roja o amarilla por este motivo, y sólo se colocaron el pasado domingo en zonas concretas de Urbanova los carteles con los que los servicios de salvamento avisaban de su presencia en esos puntos pero no en toda la playa.

Está siendo, al menos hasta ahora, un verano atípico en cuanto a las medusas en el litoral de Alicante, pese a los temporales de Levante, como lo fue también la anterior temporada de baño, por debajo del promedio que se registraba años atrás, cuando además era hasta cierto punto común avistar carabelas portuguesas, de dolorosa y peligrosa picadura, más propia de regiones tropicales y subtropicales de los océanos Pacífico e Índico, así como de la corriente del Golfo atlántica. Por contra, en los últimos veranos han crecido las asistencias por picaduras de anémonas, también conocidas como ortigas de mar, y de abejas.

Este verano no hay carabelas en el Mediterráneo, al menos no se han detectado, tal y como explica Miguel Ángel Morales, coordinador del Servicio de Socorrismo y Vigilancia de las playas de Alicante. «No es habitual avistarlas pero cuando se ven, aunque haya pocas, se iza la bandera roja porque su picadura es muy potente. En invierno sí se vio alguna pero en lo que va de verano aún no».

La medusa que más está picando en este estío es la «pelagia noctiluca», más común en el Mediterráneo, frecuente en aguas abiertas, que se acerca hasta el litoral arrastrada por los vientos de mar a costa. Causa irritaciones y escozor en la piel y puede dejar herida abierta o quemaduras. La superficie afectada puede ser alta y con ello el efecto del veneno podría llegar a causar problemas respiratorios, cardiovasculares y dermatológicos de semanas o incluso meses. En tono rosado rojizo, son habituales en el Mediterráneo en verano y en otoño.

Por este motivo, no hay que bajar la guardia, aunque los socorristas insisten en que está siendo un año también flojo en cuanto a este tipo de medusas pese a un pequeño repunte en los últimos días. En junio y julio se han contabilizado 835 picaduras en las cuatro playas, frente a las 712 del mismo periodo de 2015. «Este año es un pelín más, pero menos de lo habitual. En todo el verano pasado se registraron 2.800 picaduras cuando lo habitual es rebasar las cuatro mil».Dependiendo del tipo de medusa y del volumen que se aprecia en el mar, bien desde embarcaciones, por avisos de los bañistas o bien cuando los propios socorristas los ven con los prismáticos, se despliega la bandera de aviso. Roja si hay muchas o algún banco de ejemplares que pican fuertes aunque no sean muy numerosos, y amarilla si no son tan peligrosas.

Según los expertos, en realidad medusas en el mar hay las mismas en cantidad que en anteriores temporadas de baño. Lo que sucede es que llegan bancos con menos frecuencia a la costa por causas meteorológicas. «No depende tanto de la temperatura del agua como del régimen de vientos, los temporales, y de las corrientes que se generan», explica Gabriel Soler, director científico del Instituto de Ecología Litoral.

Aunque este verano los temporales en el mar alicantino están siendo frecuentes, a causa de que sopla más el viento de Levante, no están arrastrando a demasiadas medusas, «tiene que coincidir también que el banco esté en la zona para que el temporal lo atraiga hasta la costa». Corrobora el responsable del Instituto de Ecología que apenas hay carabelas portuguesas, la especie más peligrosa avistada en estas aguas, «llevamos años sin verlas, no es frecuente. Son más propias del Atlántico». Otra medusa común en el Mediterráneo es la aguacuajada, también conocida como medusa del huevo frito. Frente a otras especies, su picadura tiene muy poco efecto sobre los bañistas.