El ascenso de Ana Pastor a la presidencia del Congreso de los Diputados deja, de momento, huérfano, al Ministerio de Fomento, departamento que se encontró casi en bancarrota en 2011 y que ha dirigido con mano dura, austeridad pero con diligencia, pese a que se encontrara con la factura del ajuste presupuestario y no haya podido hacer mucho más de lo que hizo. Pastor, mujer efectiva y seria, pasa a la historia de la provincia como la ministra que bajó del AVE aquel 18 de junio de 2013, haciendo realidad un proyecto que se había tambaleado y ella se empeñó en terminar. Bien es cierto reconocer que también se encontró con un gran volumen de obra realizada por sus predecesores en el Gobierno, pero también con tramos sin licitar que ella se empeñó en acabar, desoyendo voces como la de, entre otros, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que le sugirió que lo dejara estar y esperara vientos presupuestarios mejores. Pastor acabó el AVE, aunque para ello sacrificara definitivamente la estación intermodal y dejara la estación-término de Alicante como una especie de apeadero de hojalata, que tendrá que aguardar otros tiempos para su mejora, que no serán los de la próxima legislatura. Pastor pasa a la historia ferroviaria de Alicante y para bien, aunque también deje por concluir proyectos capitales que siguen sin fecha en el calendario.

El Corredor Mediterráneo avanza como avanza, la llegada del AVE a Elche y Orihuela continúa siendo una incógnita aunque desde Madrid se asegure que será una realidad en 2017, y tampoco ha habido determinación política para afrontar la necesaria red de cercanías Alicante-Villena.

La llegada del AVE bien vale una legislatura por lo que hay que celebrar el premio concedido por su amigo y presidente Rajoy. Esperemos, por tanto, que no nos acordemos mucho de ella. O sea, que el sustituto o la sustituta en Fomento terminen lo que a Ana Pastor no le ha dado tiempo.