«Cinco minutos antes y el camión podía habernos pasado por encima». El alicantino Germán Carbonell era una de las miles de personas que el jueves por la noche se encontraban en el Paseo de los Ingleses de Niza contemplando el espectáculo de fuegos artificiales cuando un camión embistió a la multitud dejando 84 muertos y decenas de heridos. Sin embargo, esa noche la suerte estaba del lado de Germán y sus amigos, quienes cinco minutos antes de la tragedia decidieron cruzar la calle para reunirse con otro grupo de conocidos. Poco después, el camión pasó a toda velocidad por la zona en la que ellos habían estado. Germán, fisioterapeuta de profesión, no puede quitarse las imágenes de la cabeza. «La gente salía volando al paso del camión y otros muchos quedaban aplastados en el suelo». Aunque su primera sensación no fue la de que estaba ante un atentado terrorista. «Al principio pensé que se trataba de un loco o de un conductor que había sufrido una avería».

Sólo cuando comenzó a oír disparos, se dio cuenta de lo que realmente sucedía. «Entonces comencé a correr y me refugié en un hotel del paseo junto a centenares de personas». Allí se repetían las escenas de caos. «Seguíamos escuchando disparos y corríamos de un lado para otro». Finalmente, Germán logró reunirse con sus amigos, a los que había perdido en medio de la confusión, y escapar por la salida de emergencia del hotel. «Después me puse a correr como un loco porque en ese momento temía que del camión salieran más terroristas o estuviera cargado con explosivos».

Aunque desde el hotel Germán logró enviar a su familia una nota de voz a través de whatsapp, cuando llegó a su casa llamó enseguida a su madre, con quien habló hasta la madrugada. «Mi primera reacción era la de querer volver a España, pero ella me tranquilizó y me dijo que esto podía ocurrir en cualquier lugar». Ayer por la mañana volvió a la zona del atentado para tratar de recuperar su bicicleta. «Todo el paseo sigue acordonado y no me han dejado pasar». Doce horas después de la masacre Niza era una ciudad de contrastes. «La calle paralela a la del atentado es muy popular y allí parece que no ha ocurrido nada, los turistas siguen de compras y haciendo una vida normal». Sin embrago, hay cierta psicosis difícil de superar. «Estando en el centro he visto a un árabe con pantalón largo, un abrigo de invierno y una mochila. Se ha acercado a un grupo de policías y no he podido evitar salir corriendo».