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Un hogar entre los restos de la nave quemada en Gran Vía

Una pareja se resiste a dejar la casa que han construido en la instalación a lo largo de cinco años

Un hogar entre los restos de la nave quemada en Gran Vía

Igor se resiste a abandonar la que ha sido su casa durante los últimos cinco años y medio. No quiere marcharse pese a que hace dos semanas la nave en la que se encuentra su vivienda ardió por los cuatro costados y los bomberos tuvieron que rescatar a cuatro indigentes que se habían quedado atrapados por el humo. Ahora, sobre esta instalación pesa una orden de derribo inmediato por parte del Ayuntamiento de Alicante.

Igor, su pareja y un amigo son los tres únicos «sin techo» que quedan en esta instalación. Hasta el incendio en ella vivían decenas de personas que habían acumulado toneladas de enseres y basura y que posiblemente fueron el origen de la llamas. Casi todos los transeúntes se han marchado tras perder su improvisada vivienda. La zona en la que habita Igor se salvó al estar situada al final de la nave, en una especie de patio trasero anexo a la misma y en un piso superior. Allí, con mucha paciencia y gracias a su experiencia como trabajador de la construcción, este inmigrante ucraniano ha levantado una casa en la que no falta de nada.

Una bombona de butano alimenta un hornillo en el que Igor preparaba el miércoles pollo en una cocina con armarios estantes y hasta un escurreplatos. Asegura que la comida se la proporcionan entidades sociales o la paga con el dinero que obtiene de algunos trabajos esporádicos que le van saliendo. Gracias a una batería de coche tiene luz y con una improvisada antena incluso puede sintonizar una pequeña televisión en la que, asegura, coge hasta 45 canales. Cuadros, espejos, flores de plástico y relojes tratan de dar vida a esta casa que sus ocupantes se resisten a abandonar.

En el jardín de la vivienda han construido una barbacoa, una ducha y hasta un pequeño huerto en el que Igor cuenta que cultiva tomates y pepinos, aunque estos días está todo seco «por el fuerte calor que hace».

Según explicó esta semana la concejala de Acción Social, Julia Angulo, el Ayuntamiento tiene previsto entrevistarse con los indigentes que habitan aún en la nave para instarles a que se marchen al albergue municipal, situado a escasos metros de la nave. Una opción que Igor rechaza tajantemente. «Allí no quiero ir, prefiero estar solo». Mientras, espera a que su suerte cambie y le salga algún trabajo que le permita llevar una vida mejor. «He trabajado incluso como oficial de obra en Madrid, pero hace tiempo que no me sale nada».

Mientras la orden de derribo llega, en la nave se siguen acumulando toneladas de basura. Algunas de ellas no ardieron en el incendio de finales de junio y otras se nota que han sido depositadas allí recientemente.

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