Lidia Blanco es una firme defensora de la lactancia materna. Una madre convertida en empresaria gracias a una original iniciativa encaminada a ayudar a otras mujeres que lo pasan mal dando el pecho a sus hijos.

Y es que esta vecina de Muro fabrica unos discos hechos a base de cera de abeja para que los utilicen las mujeres que sufren en el pecho las molestias que acarrea la lactancia, como irritación, escozor o grietas. «Una amiga me las dio a probar cuando tuve a mi hija y en 20 segundos me habían aliviado», señala Blanco. Su amiga las hacía de una manera muy artesana, «para distribuirlas entre sus conocidos, así que pensé que sería buena idea empezar a fabricarlas». La iniciativa, que comenzó hace cinco años, se ha convertido en un prometedor negocio. Lidia Blanco vende al mes un millar de pezoneras en la Comunidad Valenciana, pero también Barcelona y Valladolid. «Tengo tres distribuidores y las comercializo en farmacias, parafarmacias, herbolarios y a través de la tienda on line».

Las ventas crecen, pero la fabricación sigue siendo cien por cien artesanal. «La cera de abeja la compro a un apicultor ecológico de la zona y es opérculo, extraída directamente del panal, por lo que no está mezclada ni tratada». En la cocina de su casa, Lidia hierve la cera y la filtra para limpiarla de impurezas. Gracias a unos moldes fabricados por un escultor de la localidad, «se pueden hacer hasta 400 pezoneras al día».

Las areolas de cera se comercializan con el nombre de Mamaceram. «Empecé llamándolas Mugroneres, que significa pezones en valenciano, pero he encargado un plan de empresa y lo primero que me aconsejaron es que les cambiara el nombre». Lidia tiene registrado este artículo como modelo de utilidad, «que es como una mejora de producto, porque una chica de Ávila tenía ya la patente de unas areolas similares».

Recientemente esta empresaria ha quedado finalista en dos categorías de los premios «Artesanía Comunitat Valenciana», convocados por el Centro de Artesanía de la Comunitat Valenciana.

Pero hasta llegar aquí el camino no ha sido sencillo. «Al principio de comenzar a venderlas, un grupo de lactancia las puso en cuestión, ya que no es aconsejable dar miel a los niños hasta los 2 años por riesgo de botulismo». No contenta con encargar muestras analíticas «y ver que todas daban negativo para la bacteria», esta empresaria ha logrado que la Agencia Española de Medicamento «haya autorizado el producto» y en el Consejo de Farmacia «me han concedido el código nacional como producto de puericultura». Además, «estamos haciendo un estudio junto con la Universidad de Alicante y los resultados preliminares han sido muy buenos».

Pero lo que más satisfacción le da a Lidia es la experiencia de otras madres. «Muchas me llaman o me escriben al correo contándome cómo les he ayudado a no rendirse y continuar con la lactancia».