A final de este mes, con la visita al campo de concentración de Auschwitz, cerrarán el círculo que comenzaron a trazar a principio de curso. Prácticamente toda la clase de 4º de ESO del Colegio Aire Libre de Alicante, una veintena de chavales, se apuntó a la extraescolar que proponía el profesor de Historia para conocer la realidad de los campos de concentración nazis. Han acabado ocho y a final de mes serán seis los estudiantes que han decidido viajar a Cracovia para completar un año de conocimientos. La dureza del tema ha hecho que los chavales hayan ido descolgándose a medida que el curso se desarrollaba y el conocimiento era mayor. A todos les ha quedado muy grabado un trozo de la historia que han aprendido y que están convencidos de que no volverá a repetirse.

El trabajo ha sido voluntario. El profesor, Aquiles Rubio, consideraba que así debía ser: «A través de los campos hemos trabajado la historia de Europa con una aproximación emocional. No solo ha habido un abordaje académico, también desde los personal y humano, no había temario ni evaluación» y destaca que su objetivo era trabajar «desde la voluntariedad» de los alumnos. «Cada uno ha llegado hasta donde ha podido», explica el profesor.

Poco a poco los estudiantes han conocido que no sólo hubo judíos en los campos de exterminio durante la II Guerra Mundial, que el ser humano puede llegar a grados de atrocidad y maldad infinita, pero que, entre tanto dolor, también hubo arte. Y ellos se han encargado de busca los ejemplos de esas personas que sufrieron el horror y que mostraron con pintura, poesía y con música aquella experiencia y lo han plasmado en una exposición de trabajos que se muestra en el Colegio. «Hablamos de que los campos se fundamentan en la inhumanidad, y allí los presos se mostraron humanos al expresar arte, para muchos era su manera de resistir», narra el profesor.

«Algo que les resultó aterrador es que afectó a niños, adolescentes y ancianos, porque hasta entonces relacionaban la guerra con los adultos», cuenta Aquiles Rubio sobre la reacción que más le ha impresionado de sus alumnos.

El proceso de aprendizaje ha sido muy amplio. Los estudiantes han acudido al teatro a ver una obra sobre los republicanos españoles que salvaron negativos fotográfico sobre lo que pasaba en el campo de concentración de Mauthausen; han visto documentales y quienes han querido profundizar más han leído libros sobre el tema. La posibilidad de culminar el aprendizaje con una visita a un campo estuvo desde el principio, pero abierto a no hacerlo porque quienes van reconocen que va a ser una experiencia dura. Finalmente acudirán seis chavales que han estado en el grupo de trabajo que se reunía una hora a la semana. Para ayudar a pagar su viaje han celebrado dos meriendas en el colegio con pasteles, salados y granizados; han vendido libros; tienen pendiente una rifa y también han construido juguetes de madera como columpios que venden a 10 euros. Y todo lo han hecho en su tiempo libre. Ahora, la continuidad del proyecto está en entredicho porque desaparece la hora de alternativa. «Desaparece la voluntariedad y el hacer un trabajo no académico. Ya no dispongo de una hora semanal, porque yo lo hago voluntariamente y es una posibilidad de trabajo con mucho valor», cuenta el profesor, que sabe que este curso ha dejado una importante semilla.