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Lerma: «Hay que cambiar la gobernanza de la ciencia»

Tras 8 años, Juan Lerma cede el testigo del Instituto de Neurociencias en un proceso «natural»

Juan Lerma: «Hay que cambiar la gobernanza de la ciencia»

Después de 8 años al frente del Instituto de Neurociencias, acaba de pasar el testigo a Salvador Martínez, ¿por qué este relevo?

No obedece a nada extraordinario, es un proceso natural que estaba aceptado tácitamente de limitar a ocho años los mandatos. Ocho años son muchos y al final acabas cansado, porque la lucha diaria de mantener esto vivo, de luchar con las instituciones, con las fuentes de dinero es muy cansado. También las ideas nuevas se agotan y hay que cambiar. Yo llegué en 2005 y he estado dos años de vicedirector y ocho de director del Instituto de Neurociencias. Estoy contento con lo que he hecho. Cuando llegué había 100 personas y ahora hay 300. A Carlos Belmonte le costó hacer el edificio y sentar las bases. Y conmigo ha sido la consolidación, el crecimiento, la modernización y situarlo en un nivel científico aceptable y de referencia en Europa.

También le ha tocado vivir la época de los recortes en ciencia.

Sí, hemos retrocedido diez años en cuanto a financiación. Sin embargo, en el instituto hemos sabido capear el temporal y no lo hemos sufrido tan seriamente como en otros lugares, donde la gente directamente no ha podido trabajar.

¿Cuál ha sido la receta para mantenerse a flote?

Ha sido la de seleccionar lo mejor, la excelencia. Tomar decisiones cuando se está detrás de una mesa a veces es duro, pero siempre las he tratado de tomar de la manera más objetiva posible.

¿Podrá España recuperar todo el talento que se ha marchado a investigar fuera?

Espero que sí. En nuestro caso, se han marchado tres investigadores seniors, muy buenos y con gran nivel de competitividad. Estamos, afortunadamente, reemplazándoles y durante este año se repondrán esas tres plazas y espero que con niveles de calidad similares. Además, hemos reclutado a jóvenes para que vengan a meter savia nueva al instituto.

Y en cuanto a la inversión, ¿veremos pronto los niveles anteriores a la crisis?

No basta con que se recupere ese nivel de inversión. Hemos llegado a un punto en el que las estructuras están obsoletas. La gobernanza de la ciencia está obsoleta. Tenemos una gobernanza de funcionarios, tipo ministerial, que no obedece a los tiempos modernos. Lo de ser funcionarios científicos no funciona, no eres competitivo.

¿Cuál sería el modelo perfecto?

En España, en los últimos 15 años, se han creado unos centros con una gobernanza moderna, por ejemplo el CNIO, que se han posicionado como los mejores del mundo. Tienen una capacidad de manejar los fondos de una manera diferente. Nosotros no podemos manejar fondos, tenemos que pedirle a la universidad que haga los contratos laborales. Tampoco se pueden negociar los salarios. A una persona competente no le puedes pagar un poco más que a uno peor formado. Son mil detalles: no puedes irte de viaje en el avión que quieres, sino en el que te dicen porque es más barato aun cuando pierdes tiempo haciendo una conexión; no te puedes comprar un ordenador ahora y tienes que esperar seis meses para que hagan una compara centralizada... Respecto a la inversión, se recuperará si hay voluntad política y convencimiento de que la ciencia sirve, atrae riqueza y competencia. La ciencia hace a los países fiables y actualmente la confianza es el argumento más valioso para invertir en un país.

¿En qué campos de la ciencia se van a ver los mayores desarrollos en los próximos años?

La neurociencia es uno de los campos más prometedores, porque conocer el cerebro es un reto mayúsculo para la sociedad moderna. Tenemos que saber por qué pensamos, cómo y cómo nos comportamos. Además, el cerebro enferma y un cerebro enfermo no muere. La persona con una enfermedad mental dura muchos años y esto es muy costoso, no sólo a nivel personal o familiar, también sanitario. Europa gasta al año 800.000 millones de euros en cuidar a los enfermos cerebrales, más que el cáncer o las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo la distribución de los fondos para investigar no sigue esas prioridades. Se ha generado una situación en la que las compañías farmacéuticas que tenían programas grandes para generar fármacos lo están dejando porque es muy caro y las posibilidades de acertar son bajas porque el conocimiento del cerebro es pobre. Estamos haciendo la casa por el tejado. Es urgente curar las enfermedades, pero no se podrá hacer sino las entendemos y no las entenderemos sin saber cómo funciona el cerebro.

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