«Quizás nunca llegaremos al esplendor que esta fiesta tuvo entre los siglos XVII y XVIII, cuando era la principal de Alicante, pero estamos en ello». Con este espíritu plasmado por el mayordomo mayor, Francisco Cortés, el Corpus Christi dio ayer durante su fiesta grande en el casco antiguo un paso más por recuperar el auge de sus tradiciones atávicas. Y lo hizo con la misa en la concatedral de San Nicolás, presidida por el obispo emérito, Rafael Palmero, y la procesión por el corazón del centro histórico. Los altares, las voces de las monjas de la Sangre filtradas durante el recorrido a través de un sistema de megafonía, la fanfarria de timbales y clarines que abría la comitiva con el «toque de ciudad» o las danzas alegóricas, multiplicaron las emociones.

Este año, fue la Junta Mayor de Hermandades la que portó la Bandera de la Ciudad en un evento al que acudieron las entidades festeras alicantinas, incluida la Bellea del Foc y sus damas.