Grandes y pequeños; mestizos y con pedigrí; y de todos los pelajes y colores. Como mejor amigo del hombre que es, el perro no podía abandonar al peregrino de Alicante en un día como la Santa Faz y, prácticamente en manada, siguen el paso de sus dueños de camino al monasterio pues cada año van en mayor cantidad. «Ellos también se pueden considerar romeros, aunque sean a cuatro patas», apuntó un participante, sujetando la correa de Golfo, un mestizo de color negro que se encontró su hija, al que el veterinario le calcula unos dos años y medio.

«Hacen mucha compañía y viniendo con él te entretienes aún más», afirmó. Y la numerosa presencia de mascotas entretiene también al resto de peregrinos durante el camino. «La gente es muy amable con ellos. Nos dan agua y trozos de sus bocadillos para ellos aunque siempre les traemos comida«, dijo Melissa Galán, una alicantina que salió de la zona de Sant Joan dando un rodeo por el campo, con Gorka y Tristán, adoptados hace cinco meses en una Protectora. «Al principio Gorka estaba un poco asustado al ver a tanta gente pero ya se ha acostumbrado y estamos encantados».

Desde Villafranqueza llegó a Santa Faz andando con su mascota Colina el joven Juan Pablo Orts, que adoptó a su perrita hace tres años en Asoka. «No se pone nerviosa porque venimos por el campo, va suelta y se lo pasa en grande», dice sobre este can, cruce de razas como los dos anteriores, en su caso de podenco. «Viene mucha gente con animales y otros nos preguntan por ella. Llaman la atención».

Como Nube, una perrita blanca que ayer iba en un carrito de bebé empujado por su dueña, Rocío Ibáñez, puesto que acaban de operarle de la pata. «No le gusta andar, pero para la romería sale la primera. Creo que lo sabe», dijo. Con Nube estaba su prima Lola, de la misma raza. Sergi Berenguer se lleva como uno más a su cocker Yako, de dos años. «Se cansa pero lleva su agua y su comida, como un peregrino más».