Rabietas y accesos de cólera, discusiones constantes con los padres, el no siempre por respuesta... Los problemas de comportamiento en menores han aumentado exponencialmente y ya se han convertido en la primera causa de consulta en las Unidades de Salud Mental Infantil (USMI) de la provincia de Alicante. En algunas, como la de San Vicente del Raspeig, suponen ya el 70% de todos los casos que ven los especialistas.

«Los problemas de conducta son un síntoma de que algo no va bien. Muchos de estos problemas no tienen por qué derivar en patologías y se solucionan con una buena orientación a los padres», señala Francisco Fenollar, psiquiatra infantil en el centro de salud Cabo Huertas.

¿Pero qué hay detrás de este espectacular aumento de niños con problemas de comportamiento? Un reciente estudio elaborado por el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona enmarca este incremento coincidiendo con los peores años de la crisis y con los cambios sociales experimentados por la estructura familiar.

El trabajo, que incluye opiniones de padres, profesores, pediatras y psiquiatras establece que entre las causas de estos problemas está el poco tiempo que los padres tienen para dedicar a sus hijos, la falta de límites, la pérdida de autoridad, el auge de valores como el individualismo o la poca tolerancia a la frustración. Algo en lo que coinciden los expertos de la provincia. «Ahora los dos padres trabajan muchas horas, hay mucha preocupación por los hijos y poca ocupación. Cuantos menos límites pongas, más problemas de conducta», afirma Vicente Elvira, responsable de Psiquiatría en el departamento de salud del Hospital de Sant Joan. En menores con una predisposición a tener este tipo de problemas, «si el ambiente lo favorece, hace que lo que está latente emerja».

El estudio del Hospital Sant Joan de Déu también establece una relación entre la falta de recursos económicos de las familias y la presencia de problemas de conducta en los niños.

De un problema a un trastorno

Las rabietas, entre los 3 y los 5 años, suelen ser el primer síntoma de alerta que hace a los padres consultar al pediatra y éste derivarlos a una Unidad de Salud Mental Infantil. En niños más mayores, los síntomas pueden ser la irritabilidad, la pérdida de amistades, el abuso de sustancias, el bajo rendimiento académico o la escasa capacidad de atención.

«Siempre depende de la intensidad del problema y de la tolerancia de los padres hacia el mismo. A consulta llegan normalmente aquellos casos en los que la intensidad supera lo admisible y tolerable por los padres», señala Tomás Cantó, psiquiatra infantil de la Unidad de Salud Mental Infantil de San Vicente del Raspeig.

Los expertos coinciden en que si no se reconducen y persisten en el tiempo, estos problemas pueden derivar en trastornos del comportamiento. «Los más habituales son el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), el Trastorno Negativista Desafiante y el Trastorno Disocial», según enumera Cantó. En el caso del TDAH, «puede encerrar o no un trastorno de conducta, porque depende no sólo de la educación del niño, también y en gran medida de la biología de éste. De hecho, estos niños mejoran mucho cuando son medicados». Los niños y jóvenes con TDAH tienen dificultades para mantener la atención, son impulsivos o hiperactivos. Este trastorno es el que genera un mayor número de consultas a los pediatras y psiquiatras infantiles. Y es que se estima que lo padecen entre el 3 y el 7 por ciento de la población infantil.

En cuanto al Trastorno Negativista Desafiante se caracteriza por un comportamiento negativista, hostil y desobediente dirigido a las figuras de autoridad. Los jóvenes que lo padecen generalmente tienen accesos de cólera, discuten con los adultos, se niegan a cumplir normas, son rencorosos, negativos... Según el estudio del Hospital Sant Joan de Deu, entre un 3 y un 8% de los niños tienen un Trastorno Negativista Desafiante, que además es más común en chicos que en chicas.

El Trastorno Disocial, es una evolución del anterior hacia una situación peor al violarse los derechos básicos de los otros o las normas sociales. Se cometen robos, fraudes, se violan gravemente las normas y puede existir un comportamiento agresivo que causa daño físico. La prevalencia del Trastorno Disocial varía en función de la edad y el sexo. Los especialistas del Hospital Sant Joan de Deu establecen una prevalencia de 1,5% entre los 6 y los 9 años de edad y de un 3,4% entre los 10 y los 13 años. También es más frecuente en chicos.

Si no se frena a tiempo, la escalada de un problema a otro es imparable, según los datos aportados por Tomás Cantó. «Uno de cada dos chicos con TDAH desarrolla un Trastorno Negativista Desafiante y uno de cada dos Negativista Desafiante acaba en Trastorno Disocial. Dentro de este grupo, también uno de cada dos evolucionará hacia un problema antisocial y una de cada dos personas antisociales está en la cárcel».

Con el objetivo de detener a tiempo la espiral, muchas unidades de salud mental infantil han creado escuelas de padres. «Este recurso es fundamental. Los padres oyen los problemas que tienen otras familias y aprenden de la experiencia de los demás», señala Vicente Elvira.

También es necesario, según recoge en sus conclusiones el estudio elaborado en el Hospital Sant Joan de Déu, «un aumento de los recursos, una mejora en la coordinación entre los diferentes profesionales implicados, así como la formación sobre los problemas de conducta.