Un avión que había despegado a las siete de la mañana de ayer desde el aeropuerto de Alicante-Elche hacia Múnich con 176 pasajeros a bordo tuvo que regresar a tierra, y realizar un aterrizaje de emergencia en las pistas a los cinco minutos, tras chocar contra una bandada de gaviotas justo cuando realizaba la toma de altura (el momento más peligroso al ir a tope de combustible). Los impactos se produjeron en una de las alas y en el morro, y el piloto activó el protocolo de seguridad aterrizando sin problemas en el aeropuerto, pero con el susto en el cuerpo de los pasajeros, sobre todo cuando el avión tomó tierra y se desataron los nervios, contenidos mientras el avión tomaba de nuevo tierra.

Norwegian, la compañía que operaba el vuelo, trasladó a los viajeros a la cafetería de la zona de embarque de la terminal desde donde volvieron a despegar a las 15 horas en otro aparato de la compañía Norwegian que acudió a recogerlos desde Londres. «Se ha cumplido el protocolo que establece que en situaciones como ésta hay que regresar al aeropuerto y comprobar los daños si es que los hubiera», explicó Alfons Claver, portavoz de la compañía noruega. En el caso del avión que realizaba la ruta Alicante-Múnich-Alicante, el aparato se quedó en la plataforma de El Altet para su revisión y la compañía optó por sustituirlo con otro avión que llegó de Londres.

Carlos Huertas, un estudiante de 26 años de Almoradí que volaba hacia Múnich para realizar un curso de alemán, fue uno de los pocos españoles a bordo del aparato de Norwegian -cuyo trato a los pasajeros fue exquisito, recalcó- que vivió una experiencia para recordar. «El susto ha sido grande. El avión acababa despegar y yo iba en la parte de atrás, en la cola, por lo que creo que sentimos más el impacto. Notamos el golpe y empezamos a oir ruidos -también soplaba mucho viento- hasta que el piloto nos informó en varios idiomas lo que había pasado y que aunque no había problemas regresaba al aeropuerto por seguridad. Bajamos y la verdad es que el aterrizaje ha sido muy brusco con lo cual hemos pasado miedo». Ya en tierra la compañía se ocupó de todo el operativo. «Se han portado genial. Todos los pasajeros han pasado a la cafetería y solo mi compañera de asiento, que volaba en conexión a Oslo y yo, que viajo con mi perro, salimos a la terminal para volver a embarcar. Ella en otro enlace directo a Noruega y yo con el resto del pasaje en otro aparato que partió de Londres», explicó Carlos Huertas. Norwegian les dio un bono de 15 euros para comer y el pasaje volvió a embarcar con la misma tarjeta despegando al filo de las 15 horas sin problemas.

El incidente se produjo solo dos días después de que este periódico revelara que se ha detectado una nueva zona de posible impacto al tráfico aéreo en el aeropuerto al constatar la presencia diaria de miles de aves, en su mayoría gaviotas, que acuden a comer al vertedero de Fontcalent, próximo a las pistas, y pasan por el aeródromo al atardecer, cuando regresan a Elche, Santa Pola, Tabarca y el Saladar de Agua Amarga a dormir en la denominada ruta sur, la norte las lleva al castillo de Santa Bárbara Hasta ahora, las aves se localizaban en un balsa de regulación, en la planta de reciclaje y compostaje de residuos sólidos del Consorcio del Baix Vinalopó, en las Salinas de Santa Pola y Agua Amarga, en el Clot de Galvany y en las viviendas del entorno aeroportuario. Ayer desconocía la dirección que llevaba la bandada y en el avión se encontró un ejemplar muerto. Desde la UTE que gestiona el vertedero de Fontcalent y el Ayuntamiento señalaron que va a aumentar el control de las aves.